Una señora, presumiblemente lectora de esta columna, me escribe para contarme su problema con un oficial policial y me pide mi opinión al respecto.
El caso es que ella pasea diariamente por la Avenida de la Salud del parque Mirador Sur y lo hace con su perro, un schnauzer, al que lleva debidamente atado.
La semana pasada, según me cuenta la buena señora, un agente de la Policía le informó que ya no podía llevar su perro, ya que, por órdenes de la superioridad, todos los perros que superen las 12 libras deberán llevar bozal para poder transitar por dicho paseo.
Esto se debe me sigue contando- a que una persona fue mordida por un perro, motivo éste que ella considera absurdo.
Pero lo que cuestiona la estimada lectora es si un coronel puede dictar normas que corresponden más bien a la municipalidad y si los ciudadanos están obligados a cumplir órdenes arbitrarias dadas por un jefe policial que afectan al espacio público.
Yo entiendo, como ella, que la misión de los policías es hacer cumplir las leyes y normas, pero no dictarlas.