"Podemos entender el enamoramiento como una psicosis breve, un delirio absolutamente placentero"

«Podemos entender el enamoramiento como una psicosis breve, un delirio absolutamente placentero»

«Podemos entender el enamoramiento como una psicosis breve, un delirio absolutamente placentero»

La Real Academia Española define al cortejo con sinónimos hermosos -fineza, agasajo, regalo- y con una forma coloquial simple pero prometedora: persona que tiene relaciones amorosas con otra. Pero su segunda acepción anticipa una mala noticia: conjunto de personas que forma el acompañamiento en una ceremonia.

No hace falta que la RAE lo diga pero todos sabemos a qué clase de ceremonia se refiere, el sustantivo «cortejo» lleva también consigo el adjetivo «fúnebre».

Esta capacidad de hablar del amor y de la muerte fascinó a la escritora Olga Montero y por eso su primera novela se llama así.

«El título lo tuve siempre porque una palabra que se refiera a esta dualidad tan freudiana me parecía genial», le dice a BBC Mundo la psicoanalista -algo que reveló el uso del adjetivo «freudiano»- y autora -aunque durante la entrevista admitirá no sentirse muy segura de llamarse escritora.

Además de hablar de «Cortejo», Montero participa en el Hay Festival de Arequipa en una charla con la también escritora Kathy Serrano sobre literatura y psicoanálisis, otra dualidad que la acompaña, como al personaje su libro, desde la infancia.

«De muy chica me pasó algo muy interesante que fue leer Los mandarines de Simone de Beauvoir y fascinarme con esa novela. Y cuando a mí algo me gusta me quedo pegada. Y el personaje de ese libro es una psicoanalista», dice.

La protagonista de «Cortejo» también es una psicoanalista, y se llama Simona, por la autora francesa, quien le brindó a Montero su método de escritura: tomar un fragmento de realidad y transformarlo en historia.

Una psicoanalista escribe su primera novela sobre un personaje que es una psicoanalista. El libro está, además, estructurado en sesiones psicoanalíticas. Es difícil que la primera pregunta no sea cuánto tiene de autobiográfica esta primera novela.

Digamos que no tenía otra manera de contar algo. La formación se convierte en una deformación.

Me interesaba hablar de temas emocionales, de temas humanos como el duelo, las nuevas sexualidades, la relación entre madres e hijos.

En fin, es una historia sobre afectos que hace muchísimo tiempo tenía ganas de escribir.

Pero no tenía una novela, yo tenía una idea de novela y un título que tuve siempre, porque estas dos dimensiones del cortejo, de la vida y la muerte, me parecía un asunto interesante.

Tenía, además, a quién iba a ser dedicado el libro y una serie de escritos en relación a las emociones.

Pero en esos escritos no había lo que necesita una novela: un contexto, detalles, un encuadre. Entonces la pregunta fue cómo narro esos sentimientos.

La única forma en que sabía hacerlo era narrándolo a través de sesiones.

Simona, el personaje de «Cortejo«, se plantea desde la infancia la posibilidad de ser escritora o psicoanalista. ¿A ti te pasó igual?

Me pasó así. Yo me quedé fascinada con esa manera que tiene Simone de Beauvoir de tomar cosas de la realidad y convertirlas en historias.

Y me dije que quería ser escritora.

Pero tenía una predilección por entender este mundo de la psique, tan desconocido, tan creativo.

Por eso elegí como profesión el psicoanálisis y dejé pendiente por muchísimos años el escribir.

Tapa del libro Cortejo

Y «Cortejo» se inspira en la manera en que Beauvoir escribe, o creía yo que escribía.

Esa es la manera de hacer ficción que me gusta.

Yo creo que no podría imaginar algo absolutamente inexistente. No tengo esa capacidad creativa.

Tu charla en el Hay trata justamente de la relación entre literatura y psicoanálisis. ¿Qué elemento en común encuentras entre estos dos oficios?

Me fui dando cuenta mientras escribía de que era muy similar al concepto freudiano del sueño.

Te invitamos a leer: Las 10 preguntas que debes formular antes de iniciar una relación amorosa

Mis personajes tenían cosas de la realidad, como los restos diurnos que uno sueña y luego explica: «Soñé esto porque me pasó tal cosa a la mañana o en la tarde del día anterior».

Y también lo que explicaba Freud como «la condensación».

Hay personajes en «Cortejo» que son creados en base a esta condensación, que nacen de recortes de diferentes experiencias, de conversaciones con personas distintas que confluyen en un personaje y lo hacen único.

Entonces creo que los procesos creativos también se pueden entender desde el psicoanálisis.

Creo que los personajes entrañables de muchas novelas se van develando en el proceso de la narración como se devela el paciente en el diván.

En el psicoanálisis trabajamos con narrativas. Ese diálogo entre paciente y psicólogo es un intercambio y -sobre todo- un vínculo.

El vínculo es el tema fundamental y la literatura nos conecta irremediablemente con los afectos, nos permite identificarnos con los personajes, que es algo muy psicoanalítico.

En este vínculo, ¿el paciente es un poco el autor de la historia y el psicólogo el lector, el que recibe la historia, la interpreta, pero no necesariamente nos cree todo lo que le decimos?

Yo creo que ese símil puede hacerse.

A mí me ha parecido fascinante ese proceso entre escritor y lector, de cómo cada persona rescata de «Cortejo» una parte absolutamente distinta a la que rescata otra.

Me han hecho interpretaciones de Simona absolutamente novedosas que a mí me parecen plausibles.

Y me quedo muy enriquecida con ese nuevo diálogo.

Persona en el divánPara Olga Montero, los personajes de mucchas novelas se develan como el paciente en el diván.

Una chica muy joven me dijo en una presentación si yo me molestaba si algunos lectores no me habían entendido (tal como yo quería).

Y yo respondí que si los lectores me entienden de otra manera eso me enriquece.

¿Y cómo fue la relación con sus pacientes cuando ellos se enteraron que iba a escribir un libro de ficción?

Me acompañaron en todo el proceso de «Cortejo», con angustia, con preocupación y con muchísimas preguntas.

Por supuesto que no escribí nada sobre ellos ni de las personas que han compartido un proceso conmigo.

Justo el otro día una paciente mía que sabía que había escrito el libro pero no lo quería leer, lo cual es absolutamente elegible, me dijo: «Me han regalado tu libro, ¿qué hago?»

Le dije que haga lo que quisiera y que siempre lo íbamos a poder conversar.

Olga Montero
La autora ya piensa en su segunda novela.

Lo que se trata es que aquello que surja a partir de la lectura, o la no lectura del libro, pueda ser conversado con ellos, de la misma forma que se conversan todos los temas en el psicoanálisis.

Que se convierta en una comprensión de nuestro vínculo y que sirva para lo que sirve el psicoanálisis, que es para entender a la persona que está conversando.

Tú hablas de nuevas sexualidades en Cortejo y luego de la novela has escrito una guía para padres sobre cómo hablar de género con sus hijos. Me pregunto si en la literatura encontraste herramientas que no había en el ámbito académico.

Te lo pregunto porque Simona dice en un momento del libro: «La mentalidad de las personas no cambia al ritmo de los avances de la reflexión y de la ciencia.Y cada día me convenzo más de que, mucho más que la ciencia, es el arte el que puede aportar para estos cambios».

Absolutamente.

Como psicoanalista puedo decir que la Academia me gusta mucho y he escrito textos académicos.

Pero a veces yo sentía que eso se quedaba ahí. Creo que el arte difunde muchísimo más.

La relación con un personaje con el que uno se puede identificar, de alguna manera, rompe con las defensas que muchísima gente tiene en relación con la sexualidad.

Hay gente que pone un límite a las nuevas identidades de género, rechaza el asunto, no quiere que se hable en las escuelas.

He pensado que ahí la Academia no alcanza. No es que no sea importante. Pero no alcanza.

El arte logra el contrato con el afecto y eso es muchísimo más eficiente.

Pareja de mujeres
La literatura es, para la autora, una forma de abordar las nuevas sexualidades de forma más eficiente.

Había una intención de «Cortejo» en este sentido y ahora no creo que sea posible dejar de escribir.

Entonces me veo enfrentada ahora a la segunda novela, que ya ronda, y estoy aterrada.

La primera novela trata de un mundo que conoces y de temas muy propios de una sesión de psicoanálisis como el duelo, la pérdida, el desamor. ¿Cuán difícil es pensar en esta segunda novela?

La primera novela deja un final abierto y crea en mí la necesidad de contar otros temas.

El final iba a ser distinto, inicialmente, pero también el personaje cobra vida y dice cómo hay que terminarlo.

La segunda novela ya está haciéndose notar, ya la tengo en el día a día. Y la novela que me ronda pretende ser parte de una trilogía de «Cortejo».

Todavía no enfrento el terror de dejar el personaje, que me ayuda muchísimo.

Me pregunto si el día que realmente me sienta escritora, será el día que pueda escribir de muchísimas más cosas.

Y si vivo más años escribiré más cosas y ahí sabré si logré crear otras voces o narrar desde otro lugar.

Amor

En el cortejo, «uno siente que el otro es perfecto y el otro siente que uno es perfecto».

Tengo muchos retos y muchísimos miedos.

Pero yo siempre estoy muy expectante cuando tengo un paciente nuevo, no es lo mismo que un paciente que ya conozco.

Y creo que es importante esa incertidumbre, ese miedito de ojalá pueda estar a la altura de lo que vengan a contarme, de esa confianza.

Para cerrar la entrevista quiero hablar del cortejo. Simona dice en el libro que no hay experiencia más fantástica: «Las aves danzan enseñando sus virtudes. De la misma manera, las personas van mostrando su mejor versión, no para impresionar, sino porque es esa la que surge naturalmente cuando alguien nos mira con amor».

Para la también escritora Lucía Lijtmaer«el amor es monstruoso, porque de alguna manera, cuando amas y cuando estás enamorado, no es muy distinto a estar enfermo«.

¿Es el cortejo el mejor momento de nuestras vidas o uno de los momentos más peligrosos del cual después nos cuesta la vida recuperarnos?

Yo creo que son verdad las dos cosas. Yo coincido con la descripción de ella.

Pero también, esa exaltación y esa fascinación de un reconocimiento, donde uno siente que el otro es perfecto y el otro siente que uno es perfecto, es un delirio absolutamente placentero.

Creo que es un momento muy feliz.

Después las cosas se complejizan. Eso es cierto. Como lo es el término de «enfermedad».

Podemos entender el enamoramiento como una psicosis breve, como una locura.

Pero cuando es correspondido, como aclara Simona, es perfecto.

Cuando no es correspondido, cuando hay desamor, es una tortura.