Plátanos y “frisa mocana” en la guerra de Restauracón

Plátanos y “frisa mocana” en la guerra de Restauracón

Plátanos y “frisa mocana” en  la guerra de Restauracón

Fidel Santana, diputado del Frente Amplio.

En octubre del año 1863, Pedro Francisco Bonó, en su calidad de ministro de guerra del gobierno restaurador, pasó revista a las tropas del Cantón de Bermejo, uno de los campamentos de los insurrectos contra la Anexión del país a España, ubicado en las cercanías de Cotuí.

El informe que redactó Bono con motivo de esa visita fue publicado, por primera vez, un siglo después, el 18 de agosto de 1963.

Lo más destacado de la descripción hecha por Pedro Francisco Bonó sobre el estado de situación de las tropas, que estaban bajo el mando de Santiago Mota, era la precariedad de toda índole en la que se desenvolvían los patriotas que enfrentaban a los españoles, con Pedro Santana a la cabeza, con sus más de ocho mil soldados, completamente equipados y bien entrenados.

El informe da cuenta de una formación de 280 hombres, todos descalzos y la mayoría exhibiendo harapos como vestidos, con precario armamento y sin posibilidad de garantizar los suministros para la alimentación de la tropa, teniendo que recurrir a mecanismos de sobrevivencia como el “merodeo”, el “Maroteo” y la casa de reses y cerdos cimarrones, aprovechando que se encontraban en medio de una montería.

En la Guerra Restauradora, como en muchos otros acontecimientos históricos, los dominicanos hicieron uso de su repertorio cultural, sacando ventajas de todos los recursos a los que tuvieron que acudir para enfrentar la pobreza, la adversidad climática y los obstáculos geográficos.

Muchos de los combatientes de diferentes guerras, en diferentes etapas, provenían de estratos campesinos, mayormente monteros. Los monteros, que aparecieron desde el siglo XVI, configuraron un modo de vida orientado a la casa de animales monteses, acostumbrado a sobrevivir en condiciones de dureza, casi siempre descalzos y con escasa ropa, comiendo lo que aparecía, sin ningún acomodo.

De ahí que al estar compuesta la tropa combatiente restauradora por monteros, como lo muestra Bono, el encontrarse semidesnudos, mal equipados y solo con un machete en la mano como arma no constituía un factor de desmoralización.

Andar grandes distancias a pie por la montería, entre las breñas, enfrentando dificultades y riesgos permanentes configuraron a los monteros, luego convertidos en combatientes, como hombres valientes, capaces de enfrentarse tanto a toros y cerdos salvajes como al desafío de la guerra, con solo un sorbo de café mañanero.

Tal como queda evidenciado en el informe de Bono, la contienda bélica que se propuso restablecer la soberanía de la patria se libró y se ganó comiendo plátano asado, a veces acompañado de algún tajo de carne salada, viviendo y luchando en los montes con no más que la “frisa mocana” como casa, que consistía en dos yaguas para cubrirse del frío y la lluvia, una para tirarla al suelo y así evitar que el agua que circulaba en la tierra le impidiera dormir y la otra usada como techo para que la lluvia no lo asediara desde el cielo.

En esas condiciones de precariedad la revolución patriótica triunfó, enfrentando a uno de los imperios militares más experimentados, recurriendo a la fortaleza y el valor de los criollos.