Washington.- Cuarenta años después, Chile espera recibir esta semana más documentos estadounidenses que aclaren hasta qué punto estuvo implicado el dictador Augusto Pinochet en la muerte de uno de sus mayores adversarios en el exilio, asesinado en el peor acto de terrorismo de Estado jamás cometido en Washington (EE.UU.).
El vehículo azul celeste en el que viajaba el excanciller chileno Orlando Letelier explotó poco después de las 09-30 de la mañana en Sheridan Circle, una plaza flanqueada por lujosas embajadas y residencias diplomáticas.
Era el 21 de septiembre de 1976 y la capital estadounidense acababa de vivir su peor atentado internacional. Francisco Letelier tenía 17 años cuando le sacaron de la escuela para informarle de la muerte de su padre y someterle, junto a su madre y sus tres hermanos, a las preguntas del FBI. “Nos preguntaron, ¿quién podría haber matado a tu padre?
Y todos dijimos que Augusto Pinochet”, dijo el hijo del exministro en una entrevista este mes con un pequeño grupo de medios, entre ellos Efe.
Pero cuatro décadas después, no hay pruebas directas que confirmen los indicios de que Pinochet ordenó personalmente el asesinato de Letelier, quizá el ejemplo más infame de la Operación Cóndor para exterminar a opositores de las dictaduras suramericanas.
Esa respuesta podría estar en una nueva remesa de documentos desclasificados de EEUU que Chile confía en recibir con motivo del 40 aniversario del asesinato, aprovechando la visita a Washington este jueves y viernes de la presidenta chilena, Michelle Bachelet.
“El general Augusto Pinochet no está vivo para ser juzgado y condenado por esto, así que estos documentos se han convertido en un importante sustituto de un veredicto de la historia”, aseguró a Efe Peter Kornbluh, director del proyecto sobre documentación de Chile en la organización independiente Archivo de Seguridad Nacional.
El año pasado, EEUU entregó a Bachelet decenas de documentos sobre el suceso, que dejan “claro que la CIA tenía pruebas del papel directo de Pinochet” en el atentado, apuntó Kornbluh. Uno de ellos, enviado en 1987 al entonces presidente Ronald Reagan, cita un informe de la CIA que contiene “pruebas convincentes” de que Pinochet “ordenó personalmente” el asesinato.
El siguiente paso, por tanto, es obtener ese informe de la CIA, que el Gobierno chileno espera recibir entre los nuevos documentos.
“Sería muy bueno encontrar que en los últimos meses de la Administración (de Barack) Obama nos dan algo más (de información), que tenga carne el hueso”, aseguró Francisco Letelier.
Bachelet asistirá este viernes a una ceremonia en Sheridan Circle para recordar el atentado, en el que también murió una compañera de trabajo de Letelier, la estadounidense de 25 años Ronni Moffitt. Letelier -que fue ministro con Salvador Allende- se había convertido en la principal voz de oposición a Pinochet en EEUU y tenía aliados importantes en el Senado, pero no le dio importancia a las llamadas telefónicas de amenaza que recibía ni al hecho de que dos días antes del ataque se perdieran las llaves de su automóvil.
“Orlando pensaba que Estados Unidos era un lugar donde jamás se atreverían a atacarlo”, afirmó recientemente a los periodistas el embajador de Chile en Washington, Juan Gabriel Valdés, que era asistente de Letelier cuando lo asesinaron.
El suceso conmocionó al Gobierno de EEUU, que exploró todo tipo de teorías con tal de no aceptar que su aliado, al que la CIA ayudó a llegar al poder, había orquestado un atentado en su propio suelo.
“Se demoraron mucho en aceptar la hipótesis” de que había sido el Gobierno chileno, subrayó Valdés. Letelier fue tachado de agente soviético y de víctima de un crimen pasional, e incluso se investigó la tesis de que hubiera sido asesinado por la propia izquierda chilena para fabricarse un mártir.
La investigación del FBI duró más de una década y finalmente se demostró la implicación de la policía secreta chilena con la ayuda de cubanos anticastristas, y varios fueron encarcelados en EEUU.
Después de que el Chile de Pinochet negara la extradición a EEUU de los dos cerebros del atentado, Manuel Contreras y Pedro Espinoza, ambos fueron condenados en 2005 a duras penas de cárcel en su país, y el primero murió el año pasado entre barrotes.
La Administración de Bill Clinton (1993-2001) abrió una investigación para “determinar si deberían procesar y extraditar a Pinochet, que en ese momento estaba bajo arresto domiciliario en Londres”, por el asesinato de Letelier, apuntó Kornbluh.
Pero la investigación se alargó hasta que George W. Bush llegó al poder en 2001, y su Gobierno “no siguió con ella”, lo que para Kornbluh es otro de los interrogantes que quedan por aclarar.
Según Francisco Letelier, que para el 40 aniversario pintó un mural en un museo de Washington con imágenes de su padre y trozos de documentos desclasificados, también hay que fijarse en quién era secretario de Estado de EEUU cuando se produjo el atentado. “Ya hemos derrocado el mito de Augusto Pinochet y su historia.
Pero no hemos deshecho el mito de Henry Kissinger, (al) que todavía a veces se pone en un pedestal de la astucia de cómo se hace la política exterior.
Él es un criminal, y debe ser enjuiciado”, opinó. Kornbluh también cree que Kissinger tuvo un papel crucial, dada su inacción cuando EE.UU. comenzó a recibir informes de que Chile y otras dictaduras militares planeaban la operación Cóndor.
“Si Kissinger simplemente hubiera llamado a su embajador (en Chile) para decirle (que debía presionar a Pinochet para que abandonara la Operación Cóndor), creo verdaderamente que Letelier y Ronni Moffitt seguirían vivos hoy”, concluyó Kornbluh.