Por Ramón Mercedes
Nueva York.- Ante la advertencia del crecimiento explosivo del COVID-19 en los Estados Unidos, por parte de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), millones de ciudadanos estadounidenses, entre ellos decenas de miles de dominicanos, han viajado en los últimos días a lo largo y ancho del territorio estadounidenses para festejar el “Día de Acción de Gracias o Thanksgiving” que se llevó a cabo este jueves.
Según la Administración de Seguridad de Transporte (TSA), encargada de los controles aeroportuarios, la presente semana ha sido la de más afluencia de viajeros desde que en marzo pasado comenzó la pandemia, con una media de un millón de viajeros diarios desde hace varios días.
Los contagios se están elevando a una velocidad no vista hasta el momento en este país, que lidera al mundo en número total de contagiados, con más de 13 millones y 268 mil fallecidos, experimentado dos millones de nuevos casos en las dos últimas semanas.
La Gran Manzana donde reside la mayor comunidad de dominicanos en el exterior (800 mil), sobrepasan los 300 mil contagios y más de 24 mil fallecimientos, y el sector del Alto Manhattan, poblado mayormente por quisqueyanos, ya fue declarado por el gobernador del estado, Andrew Cuomo, como zona amarilla, aplicando restricciones en varias áreas.
El estado de Pensilvania tomó la drástica medida la noche de Thanksgiving, para controlar la expansión del virus, de imponer un toque de queda a partir de las 5:00 de la tarde y prohibió servir alcohol en bares. Mientras, los estados de Maine, Minesota y Dakota del Norte han dicho que con la velocidad actual a la que se expande el virus es prácticamente imposible para ellos realizar un rastreo de contactos en línea con las recomendaciones del CDC.
Si Acción de Gracias, como se teme, acaba acelerando esta oleada explosiva de infecciones, diciembre y la temporada navideña pueden convertirse en el período más negro de la historia estadounidense reciente, con 325 mil muertos a fin de año, según las proyecciones más optimistas del Instituto de Métricas de Salud y Evaluación (IHME), en cuyos modelos de predicción de la evolución de la pandemia se fija a menudo la Casa Blanca.