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Personas vitamina

Creo que uno de los mejores consejos que me han dado este año que casi acaba es: rodéate de personas que te hagan sentir bien.

Así de simple, así de difícil. Por mucho tiempo, trataba de quedar bien con todo el mundo, de agradar, de ser sociable y muchas veces me topaba con personas que me absorbían la energía de una manera insana.

Cuando trataba de alejarme, me sentía mal. Creía que estaba siendo mala persona y que debía seguir, aunque no fuera bueno para mí. Pero al final me he dado cuenta de que alejarte de aquellas personas que te drenan, que se convierten en una fuente de ansiedad continua, no es un acto de egoísmo, es un acto de amor hacia ti mismo.

Para mí, aprender a poner límites es una de las cosas que más me ha costado siempre, porque a cada persona que conozco siempre trato de verle todo lo bueno y tratarlos de esa manera. Pero la vida te enseña que muchas acarrean unas mochilas emocionales que tratan de traspasar a quien se lo permita.
Lo peor es que siempre tienen algún problema que debes solucionarle.

Y que conste que todos en algún momento necesitamos una mano amiga. Me refiero a quienes su día a día, su misma existencia, es una amargura constante que consciente o inconscientemente trasladan a quien se lo permita.

Luego están aquellas que hay que tener cerca, pura vitamina de vitalidad, de buenas conversaciones, de planes, de risas, de cuentos pasados y presentes que, cuando tienen una situación, te la comparten, te piden tu consejo, pero no te hacen responsable de la solución.

No te arrastran en ese camino, sino que, si lo necesitan, te piden que les acompañes. Esas son las personas que quiero tener cerca, las que elijo cada día y espero siempre tener a mi lado.

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