Todos alguna vez en la vida nos hemos encontrado con personas motor. El concepto es sencillo: nos impulsan. Lo más maravilloso es hacerlo con aquellas que empujan hacia delante, que inyectan una energía intensa para lograr avanzar.
Luego están las del otro extremo, aquellas que impulsan, pero lo hacen de una manera totalmente destructiva. Ambas tienen en común que quieren influir en ti, sólo que de manera totalmente diferente.
Es necesario saber distinguirlas, aquellas que te acompañan, no te imponen su presencia; las que cuando critican lo hacen de manera constructiva, no al revés; las que te dan las herramientas para lograrlo y no siempre lo quieren hacer por ti o las que lo hacen, pero si te equivocas, no te respetan: —te lo dije—.
Como ves en el fondo es muy fácil distinguirlas y es algo que debes tener presente porque, a veces, justificamos a esas personas motor porque creemos que en el fondo lo hacen “por nuestro bien”. Pero no es así, ellas mismas suelen acarrear ciertas inseguridades y frustraciones propias que reflejan en los demás.
Ahora, las otras, las positivas, son un verdadero regalo porque cuando estás con ellas es como que todo es posible, son capaces de ver solución a cualquier cosa, te hacen pensar, te estimulan y logran que esa energía que irradian se convierta en algo bueno para ti.
Por ende, que de esa misma manera es que uno tiene que tratar a los demás, siempre aportando de forma que se convierta en algo bueno, no en otro problema más.
Por eso, si tienes personas motor en tu vida, cuídalas si aportan y aléjate si se convierte en las tres o afectan tu avance y hasta tu propia autoestima. Pon en la balanza cómo lo hacen y así verás a qué bando pertenecen.
Y actúa.