La celebración del Día Nacional del Periodista este año encuentra a la profesión en medio de una de sus más graves amenazas en la historia.
Peor que la que han representado la represión de la dictadura, la violencia del crimen organizado e incluso la corrupción administrativa.
Se trata de una crisis de la técnica, que pone en riesgo la esencia misma del periodismo, lo que no habían logrado ninguna de las amenazas antes señaladas.
No se trata de peligros de daños físicos, pero sí de una afectación en la credibilidad que ni los asomos de corrupción habían logrado en el pasado.
La sociedad observa con preocupación cómo desde medios periodísticos convencionales se divulgan contenidos falsos o inexactos sólo porque antes de servirlos al público no fueron verificados.
Abundan las versiones unilaterales sin las posiciones de las partes encontradas o sin, por lo menos, consignar el esfuerzo realizado para lograr la contraposición.
La falta de rigor pone en riesgo el principal activo de esta profesión: la credibilidad.
El intrusismo se ha expandido porque ante el desapego del profesional del periodismo a la técnica propia de esta profesión hace que ante el público ingenuo cualquiera parezca periodista y que la diferencia entre uno y otro no sea marcada porque ambos se aproximan en la mediocridad.
Uno de los grandes retos que hoy tiene esta profesión es la vuelta al respeto de la técnica, que es la misma sin importar la plataforma que se utilice para divulgar los contenidos periodísticos.
El rigor por lo veraz, la responsabilidad social, la búsqueda del bien común y lo trascendente se requiere por igual al margen de que la plataforma usada para divulgar contenidos sea prensa escrita, radio, televisión, website o redes sociales.
Felicidades a los periodistas que se han mantenido firmes en el respeto a la técnica en el ejercicio de su profesión y que además son conscientes de la responsabilidad social que pesa sobre sus hombros al abrazar el periodismo útil.