Desde que surgieron los primeros casos confirmados de coronavirus en Brasil, a finales de febrero de 2020, la enfermera y epidemióloga María Cristina Willemann alertaba a los habitantes del estado de Santa Catarina sobre la importancia de tomar medidas contra la propagación del virus.
Con maestría y experiencia en epidemiología, Willemann estuvo en los medios hablando sobre el avance del nuevo coronavirus en el sureste de Brasil: «Es importante que la población comprenda que todavía estamos en una expansión de la pandemia en nuestro estado y que debemos tener cuidado», dijo el 10 de agosto.
Al día siguiente, la experta vivió las consecuencias de la covid-19 en su propia familia: su padre, César Willemann, de 65 años, fue hospitalizado de gravedad por la enfermedad.
Días después murió.
Para la especialista, la situación de su padre ilustra los riesgos de la falta de prevención ante el coronavirus. El hombre contrajo el virus porque no siguió las pautas de salud que daba su propia hija.
«Es muy frustrante saber que estuve trabajando desde el inicio de la pandemia para evitar que la gente se enfermara, pero no pude convencer a mi propio padre. Es una mezcla de frustración y rabia», dice a BBC Brasil.
Desinformación durante la pandemia
En las primeras semanas de la pandemia, en marzo, César Willemann fue aislado en su casa con su esposa. Su hija dice que la conmoción mundial por el nuevo coronavirus preocupó a su padre.
Pero en los meses siguientes volvió a salir de casa: «Poco a poco, estaba volviendo a su rutina normal. Como salió de la casa varias veces y no contrajo coronavirus, pudo haber pensado que no se contagiaría en ningún momento».
La epidemióloga cree que las noticias negativas sobre la pandemia, compartidas masivamente en Whatsapp y en redes sociales, hicieron que su padre dudara de los riesgos de la covid-19.
«Creo que muchas personas mueren porque piensan, como mi papá, que no les va a pasar. Estas personas pueden pensar que están protegidas de alguna manera, creen que algún tratamiento ha de funcionar o piensan que existe una inmunidad colectiva que los protegerá», señala.
César Willemann creía que la cloroquina, defendida por el presidente Jair Bolsonaro, podría salvarlo de la covid-19. Sin embargo, su hija intentó advertirle que los estudios prueban que el fármaco no ayuda a los pacientes con el nuevo coronavirus y que su uso no es recomendado.
«Por mucho que dije todo, según criterios científicos, él prefirió creer en las conversaciones de amigos, en los mensajes de WhatsApp… Pensó: ‘Si hay un tratamiento para todo, ¿por qué no para la covid?'», señala la epidemióloga.
«Recibió información falsa, incluso sobre la cloroquina, a través de WhatsApp, que era el medio de comunicación que más usaba. Por mucho que le dijeran en televisión que no había evidencia científica sobre la cloroquina, prefirió creer en WhatsApp«, agrega.
Para la gran mayoría de los expertos, Bolsonaro ha obstaculizado la lucha contra la pandemia.
Desde los primeros casos en el país, el presidente se ha mostrado contrario a las medidas recomendadas por los expertos para contener la propagación del coronavirus.
Varias veces criticó el distanciamiento social, el uso de mascarillas y desdeñó la CoronaVac, que esta semana se convirtió en la primera vacuna que se aplica en el país.
Las encuestas muestran que las medidas de aislamiento social fueron seguidas en menor medida por quienes escucharon la postura negacionista de Bolsonaro.
Un estudio divulgado en junio por investigadores de la Universidad Federal de ABC (UFABC), la Fundación Getúlio Vargas y la Universidad de Sao Paulo señaló que la tasa de aislamiento social disminuyó y más personas murieron proporcionalmente en los municipios que más votaron por Bolsonaro en 2018.
El bar del dominó
En la región donde vivía, César Willemann era considerado uno de los mejores jugadores de dominó. Durante la pandemia siguió yendo a un bar a jugar, algo que según su hija provocó que las personas mayores contrajeran el coronavirus.
«Estoy totalmente convencida de que contrajo el coronavirus en el bar. Escuché que muchos lugareños también se enfermaron en el mismo período, porque fueron semanas (finales de julio y principios de agosto) de transmisión del virus extremadamente altas en Lages», dice la epidemióloga.
«El bar era un lugar cerrado, con algunas ventanas abiertas. Había un cartel que decía que el uso de la mascarilla era obligatorio, pero eso no era lo que pasaba en la práctica, porque la gente bebía y jugaba al mismo tiempo. Mi padre, seguro, jugó sin mascarilla», agrega.
Además, a pesar de que solía usar un mascarilla, César Willemann no la usaba correctamente: «Se sentía incómodo y mantenía la nariz fuera», dice su hija.
El 9 de agosto, el jubilado pasó el Día del Padre sin abrazar a sus dos hijas. Estaba aislado porque tenía síntomas de covid-19, como dolor de espalda severo y cansancio extremo.
Pero no se atrevió a quejarse de la situación con su hija. «Quizás enfrentarse a la hija epidemióloga, que alertó, peleó, gritó, lloró y le suplicó que se cuidara no estaba en sus planes», dice ella.
Su madre también mostró síntomas de covid-19, pero no desarrolló una afección grave.
«Profesional e individualmente frustrada»
Los síntomas de César Willemann se intensificaron el 11 de agosto. Necesitaba ser hospitalizado. Las pruebas mostraron que casi el 50% de sus pulmones estaban comprometidos. Posteriormente, los médicos confirmaron que se había sido infectado de coronavirus.
Su situación empeoró. La epidemióloga comenta que su padre criticó el hecho de que no fue tratado con cloroquina.
«No usaron cloroquina con él porque no había evidencia de su efectividad. En algunos casos solo fue usada en pruebas, pero mi papá no estaba bien de salud para eso, porque consumía mucho alcohol y tenía afectación hepática», explica.
Además de ser mayor, César Willemann también era obeso y tenía presión arterial alta, factores de riesgo para la covid-19.
«Pero aún podría vivir mucho tiempo, de no haber estado contagiado de coronavirus. Esos problemas de salud que ya tenía no se lo hubieran llevado así, tan joven, tan rápido y tan fríamente. Mis abuelos tienen 95 y 89, y todavía están aquí», explica María Cristina Willemann.
Días después de su ingreso al hospital, el hombre fue intubado en la unidad de cuidados intensivos (UCI). Durante 12 días, luchó por su vida.
«Tenía esperanzas y rezaba para que se recuperara. Sin embargo, solo era necesario analizar los datos para saber que tenía todos los factores de riesgo de muerte: la edad, el ser hombre, la obesidad, la comorbilidad y las deficiencias por consumo de alcohol», señala.
El 25 de agosto falleció su padre.
Fue enterrado en un ataúd cerrado, sin que se pudieran despedir de él, medida adoptada para prevenir la propagación del coronavirus.
«Los amigos que tanto cultivó no se despidieron. Y yo tampoco pude hablarle. Siento que estaba muy enojado conmigo, porque hice un escándalo para que fuera internado, a pesar de que él no quería y pensaba que estaba bien. Pero yo sabía que estaría bien asistido en la hospitalización. Sin embargo, eso no fue suficiente», dice con sentimiento la epidemióloga.
Su último encuentro con su padre fue en julio, cuando ella pasó dos semanas en aislamiento con su hijo y su esposo para poder viajar a Lages, en Santa Catarina. Pese a las confrontaciones que tuvieron, la experta dice que su padre mostró orgullo por la carrera que hizo en el área de la salud.
«A mi padre siempre le gustó hablar de mí con otras personas. Pero realmente no entendía qué era la epidemiología y me pidió que escribiera exactamente qué era para poder explicárselo a los demás», recuerda emocionada.
Al hablar de las circunstancias de la muerte de su padre, dice que se siente frustrada «profesional e individualmente».
«¿De qué sirve estudiar tanto y no poder evitar que se enfermara?», se pregunta.
«La desinformación en las redes distorsionó todas las medidas que le dije que adoptara. No se puede competir (con las noticias falsas). La gente cree lo que quiere. Esta confusión en la comunicación del riesgo que tenemos en Brasil mató a mi padre«.