Según estimaciones oficiales, alrededor de un 40% de los dominicanos aptos para votar se abstendrán de hacerlo en las venideras elecciones congresuales y municipales del día 16. Esto quiere decir que cerca de la mitad de los posibles sufragantes no se tomarán la molestia de acudir a las urnas.
Hay que aceptar que muchas de las abstenciones suelen deberse a impedimentos reales, tales como crecidas de ríos que hacen imposible a mucha gente trasladarse hasta donde está la mesa de votación, o enfermedades y otras razones atendibles.
También habría que tener en cuenta a los que no votan por decisión propia. Entre estos se encuentran los que no ven entre los candidatos ninguno que les guste, por más que crean en las elecciones como método para formar las estructuras gubernamentales. Pero los más preocupantes son aquellos que se abstienen porque no solamente ya perdieron la fe en los políticos, sino que ya tampoco creen en la democracia ni en sus instituciones.
Eso sí es peligroso. La fe perdida tiene que ser reencontrada antes de que, desencantadas ante tanta corrupción y tantas promesas incumplidas, las masas se cansen y busquen a un predestinado en cuyos brazos lanzarse, con la vana esperanza de salir a flote mediante una dictadura o un gobierno autoritario.
Volvamos a las urnas los votantes, sí, pero al mismo tiempo exijamos a los políticos actuar con honestidad y responsabilidad. Unos y otros tenemos la obligación de cumplir los respectivos roles.