Qué bonita palabra. Qué bonito sentimiento. Qué maravillosa meta. Qué poco valorada en realidad. No me refiero solo a la paz frente a la guerra, que ahora mismo estamos viendo entre dos países pero que nos afecta a todos. Me refiero a la paz interior, esa que solo se logra cuando realmente eres capaz de equilibrar lo que piensas con lo que sientes.
El pensamiento es un arma peligrosa. Hace poco leí que cómo piensas, sientes. Y es verdad. Si permites que ideas negativas lleguen a tu cabeza, todo en ti comienza a cambiar y acabas sintiéndote mal.
Pero no es de eso que quiero hablar realmente, sino de todo lo contrario. Lo maravilloso que es despertarte por las mañanas con ese sentir pleno de que estás en paz contigo mismo, porque ahí es que todo comienza. De adentro hacia fuera, nunca vas a estar en paz con los demás si primero no lo estás contigo. Y ahí entra otro concepto que tanto buscamos, felicidad.
La felicidad más maravillosa es aquella que te da el estar en paz, tranquila, sin pensamientos intrusivos, sin acciones negativas, sin cosas que te disturben.
Aquí muchos dirán, qué fácil es decirlo, pero hay muchas cosas que se nos escapan del control y nos quitan la paz. Y es verdad. Pero de nuevo, es nuestra decisión cómo reaccionamos ante esto. Si lo hacemos dándole el poder de que nos quiten la paz, lo lograrán.
Si, por el contrario, dejamos que pasen, las sentimos, las solucionamos, las enfrentamos, no afectarán a nuestro estado de paz.
Y al final, la vida se trata de eso, de coleccionar los momentos que nos hacen sentir bien. Y estar en paz es uno de ellos. No es tan difícil, solo suelta todo lo que te la quite, déjalo ir.