Por: Daniela D’Aniello y Franchesca Alonzo
Es muy común escuchar decir a nuestros padres, abuelos y mayores la frase “los jóvenes son el futuro de nuestro país”. Si bien, parte de este enunciado es cierto, no se trata de toda la verdad. Los jóvenes no somos solamente el futuro de nuestra nación, sino que somos el presente. Somos los capaces y responsables de forjar un cambio positivo en nuestra sociedad, en vez de dejar que otros decidan por nosotros. Todas las medidas que sean adoptadas desde nuestro Gobierno en este preciso momento, nos afectarán directamente en un par de años, cuando quienes las hayan tomado ya no vivan y cuando seamos nosotros quienes sufran las consecuencias de sus decisiones. A pesar de que hemos realizado mucho progreso, en nuestro país la cultura de participación ciudadana en jóvenes todavía no está tan desarrollada como nos gustaría, por lo que, si no actuamos ahora, este problema seguirá creciendo con el paso de los días.
Dicho esto, tenemos dos opciones a escoger: podemos hacernos de la vista gorda y seguir dormidos, conformes y esperando que las cosas cambien por sí solas, o podemos despertar, abrir los ojos y gritar “¡Suficiente!” para trabajar en busca de un verdadero cambio, hoy y ahora. Como nueva generación de ciudadanos, es necesario que tomemos este segundo camino y que seamos protagonistas en la toma de decisiones de interés público, así como que participemos activamente en los diálogos y espacios gubernamentales que nos conciernen para, de esta manera, fomentar la transparencia en nuestras instituciones y solidificar la democracia de nuestra amada República. El presente artículo tiene como objetivo principal brindar luz sobre la situación que vivimos en nuestro país acerca de la participación ciudadana, la importancia de su existencia y maneras por las cuales podemos formar parte de la solución.
En primer lugar. un gran problema que existe alrededor de este tema en nuestro país es, precisamente, el desconocimiento general que se tiene sobre su definición real. Cuando hablamos de participación ciudadana, la gran mayoría cree que solo nos referimos a ejercer nuestro derecho al voto, sin necesidad de involucrarnos más a fondo en los intereses que nos competen como ciudadanos en torno a los espacios gubernamentales. Sin embargo, este concepto va más allá de solamente insertar un voto en las urnas cada cuatro años. Al hablar de participación ciudadana, nos referimos a “el derecho que tienen los ciudadanos de formar parte e interactuar en la vida estatal, en los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales, influyendo en la formulación y toma de decisiones” (Ley Orgánica Sobre Derechos de Participación Ciudadana, 2012, Artículo 7), dígase, al derecho —y, a la vez, deber— de colaborar activamente en aquellos procesos de toma de decisiones públicas que tendrán una repercusión directa en la calidad de nuestras vidas. Así, es importante que como sociedad exijamos nuestro derecho a participar de estos asuntos, ya que opinamos, tal como dijo el maestro José Martí (1870) que: “Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan” (p.3).
Por otro lado, debemos recordar y reconocer uno de los eventos más significativos en la historia democrática de nuestra nación, ocurridos durante el mes de febrero del año pasado: las movilizaciones llevadas a cabo en la Plaza de la Bandera, protagonizadas por jóvenes dominicanos. De hecho, seguramente tú, que lees este artículo, formaste parte del movimiento. Esto constituye un perfecto ejemplo de participación ciudadana, donde protestamos en contra del sistema electoral y nos pronunciamos en defensa de nuestra democracia. Este momento, en definitiva, marcó un antes y un después en la historia de la participación de la ciudadanía en asuntos de interés público, pero debemos evitar que esto se quede, justamente, como un momento fugaz y, en cambio, debemos trabajar para convertir este fervor, pasión y responsabilidad en una parte integral de nuestro actuar cotidiano, para detener las catástrofes sociopolíticas que pueda sufrir nuestro país, antes de que sea demasiado tarde. En esta línea, el sociólogo Carlos de Peña Evertsz comenta en una entrevista para Lioman Lima (2020) que:
Los jóvenes en las plazas van a ser los adultos del mañana y ellos están exigiendo mejores instituciones, mejor calidad de la democracia […] y son ellos los llamados a sustituir políticamente a esta vieja guardia de políticos que se resisten a entregar los partidos, la autoridad y la dirección de la vida pública. (p. 5)
Desde nuestro punto de vista, es totalmente factible que todos los jóvenes nos involucremos activamente en la resolución de este problema, ya que hemos logrado como colectivo, en siglos anteriores, resolver dificultades análogas a esta. Durante el siglo XIX, nuestra agricultura y capacidad de exportación a mercados exteriores se vieron gravemente afectados por la mala condición de los caminos. Sin embargo, la población no se dejó vencer por estos obstáculos y decidieron construir, sin intervención alguna del Estado, un ferrocarril que solucionó estos problemas y muchos más. Igual que como Juan Ricardo Hernández Polanco (2005) establece que: “Los pequeños y grandes agricultores sintieron realizado un sueño con la puesta en funcionamiento del ferrocarril” (p. 180), así mismo nuestro sueño por una democracia sólida será realizado cuando todos unamos fuerzas y pongamos en funcionamiento el ferrocarril que es la participación ciudadana.
Adicionalmente, resulta interesante notar cómo, aunque Hernández Polanco (2005) explica que: “En un país caracterizado por revoluciones, insurrecciones y revueltas, los ayuntamientos eran una expresión de [orden]” (p. 191) hasta hace poco pareciera suceder lo contrario. A pesar de que los ayuntamientos —entiéndase, instituciones gubernamentales— están caracterizadas por el desorden y la corrupción, muchas han sido las ocasiones en la que las viejas generaciones del país se quedaron calladas, aceptando las irregularidades como parte de nuestra cultura política. No obstante, tenemos la certeza de que esto pronto cambiará radicalmente, ya que jóvenes como nosotros y nuestros lectores harán todo lo posible porque nuestra República Dominicana no sea tan solo la mejor en baseball o la de las mejores playas, sino que se convierta en la democracia perfecta, donde la corrupción sea un tema del pasado y seamos el modelo a seguir de toda
Latinoamérica y el resto del mundo.
Otra de las razones por las cuales la participación ciudadana es de suma importancia es que, si bien muchas veces tendemos a actuar de manera individual, pensando siempre en primera persona y en las cosas que nos puedan beneficiar o perjudicar solo a nosotros, necesitamos entender que somos personas viviendo en sociedad y compartimos con el prójimo tanto los momentos buenos, como los momentos difíciles y tanto las victorias como las derrotas. En un mundo lleno de egoísmo y excentricismo, debemos ser la diferencia, amarnos y ofrecernos una mano de ayuda los unos a los otros. En este sentido, podríamos aprender unas cuantas cosas de las hormigas, las cuales se ayudan mutuamente, encontrándose en una ininterrumpida cadena de cooperación que, al final del día, las beneficia a todas. Nadie se queda atrás, nadie se queda olvidado y todos ganamos; esa es la pura esencia de la participación ciudadana.
En vista de todo esto, existen diversas maneras de involucrarse activamente en la vida política y pública de nuestro país, muchas de ellas pudiendo realizarse desde las herramientas que más utilizamos los jóvenes: las redes sociales. Páginas como “LAR Collective”, “Guardianes de la Democracia”, “El Mitin” y “Por Ti RD” son iniciativas digitales que se encargan de involucrar a los jóvenes usuarios en el diálogo de una forma amena, de defender la democracia mediante propuestas artísticas y de esparcir conocimiento sobre los temas más relevantes de nuestra sociedad. Nuestra implicación dentro de este tipo de iniciativas, en conjunto con nuestro voto, el realizar denuncias, participar en voluntariados, unirnos a protestas y formar parte de asambleas ciudadanas o juntas de vecinos, es crucial para conseguir fomentar en nuestra sociedad una cultura de participación ciudadana y, de esta manera, solidificar las instituciones y la democracia de nuestra República Dominicana.
En forma de conclusión, queremos enfatizar la esperanza que tenemos en nuestra nueva generación de ciudadanos quienes, en definitiva, si participamos todos juntos y activamente en los asuntos de la palestra política, marcaremos un verdadero cambio en nuestro país. Como dominicanos conscientes, debemos saber que las semillas que sembremos hoy, serán los frutos que cosechemos mañana. Un simple voluntariado, un simple voto y una simple denuncia harán la diferencia en la historia democrática de nuestra República, la República buena y justa que deseamos forjar para nuestros hijos. En este caso, resulta más atinado que nunca recordar las palabras de nuestro patricio Juan Pablo Duarte, quien en algún momento dijo: “Trabajemos por y para la Patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”.