Durante muchos años los países de América Latina tenían en la extradición a Estados Unidos una de las armas más eficaces para atacar el crimen organizado, en especial el narcotráfico.
En República Dominicana hasta los años noventa la extradición de dominicanos no era muy bien vista, hasta que una embestida de Estados Unidos, que encabezó la entonces embajadora Dona Rinak, flexibilizó la posición del Gobierno dominicano sobre el tema. Se argumentaba con mucha fuerza que este país no podía convertirse en un refugio para delincuentes.
Durante unos años la extradición surtió sus efectos, pero con el paso del tiempo Estados Unidos empezó a cambiar su política antinarcótica y a distorsionar el sentido de este recurso de cooperación en la lucha contra el narcotráfico.
La extradición es ahora una especie de privilegio que se concede a los grandes delincuentes, pues en la práctica logran penas que en algunos casos son tan leves que caen en la categoría de ridículas frente a los crímenes cometidos por los capos.
Al analizar los casos de Quirino Ernesto Paulino Castillo, Guevara Díaz, Antonio del Rosario Puente y Yubel Enrique Méndez Méndez (Oreganito) se puede concluir en que la extradición a Estados Unidos para ellos ha sido beneficiosa, pues han quedado en libertad tras cumplir pocos años de prisión, se han librado de la persecución judicial en el país y han quedado con grandes fortunas, ahora legalizadas por esos mismos procesos judiciales. Visto ese panorama vale la pregunta: ¿para qué sirve la extradición que no sea para beneficiar a los grandes capos?