Roma.- El papa visitó hoy el cementerio de Roma por el Día de Todos los Santos y, en su homilía, trazó el camino al Cielo, a la felicidad, de la que a su juicio no pueden disfrutar aquellos que “meten cizaña” o “se aprovechan de los otros».
La vía que conduce al Cielo “es un camino difícil de comprender, porque va contracorriente, pero el Señor nos dice que quien lo emprende es feliz, antes o después será feliz”, declaró ante cientos de personas que acudieron al camposanto.
El pontífice repasó las bienaventuranzas para señalar el modo de alcanzar el Cielo y, en primer lugar, se refirió a los pobres de espíritu, a quienes “tienen el corazón despejado y libre de tantas cosas mundanas».
También lo harán aquellas personas que “cada día, con paciencia, tratan de sembrar la paz, son artesanos de paz, de reconciliación». “Miremos el rostro de quienes se pasean para sembrar cizaña- ¿Son felices?
Aquellos que siempre buscan ocasiones para embrollar, para aprovecharse de los otros, ¿son felices? No, no pueden serlo”, consideró.
Del mismo modo ascenderán al Cielo quienes “tengan la capacidad de conmoverse, la capacidad de sentir en el corazón el dolor que hay en su vida y en la vida de los otros».
Por otro lado, también citó a aquellas personas que optan por “la vía de la mansedumbre y de la paciencia”, como las madres y los padres que afrontan pacientemente la educación de sus hijos, que “les hacen enloquecer».
El papa sumó a la salvación a todo aquel que tenga “un fuerte sentido de la justicia, pero no solo hacia los otros, sino en primer lugar hacía sí mismos».
Por último, alcanzarán el cielo “los que saben perdonar, los que sienten misericordia hacia los otros, que no juzgan todo y a todos, sino que tratan de ponerse en el lugar de los otros».
“Esta es la vía a la santidad y es la misma que la de la felicidad”, proclamó el pontífice en tono serio y desde el altar instalado en el acceso monumental del cementerio romano.
Su alocución estuvo sucedida por una oración por los difuntos y la bendición de las tumbas. Concelebraron la ceremonia el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, el arzobispo Filippo Iannone y el párroco de San Lorenzo extramuros, Armando Ambrosi.