
Es seguro, para no utilizar diversos calificativos, que República Dominicana ha logrado avances sustanciales que nos sitúan como parte de aquellas naciones que han ido escalando en los índices de progreso en el contexto universal y latinomericano.
Con sus contadas excepciones, los diversos regímenes que han administrado la cosa pública tras la desaparición de la dictadura de Rafael Trujillo han ido sumando aportes (algunos más que otros) que han conformado en los hechos la República Dominicana del presente.
Para los dominicanos, al formular juicios sobre nuestro país es recomendable situarse en la realidad de una nación y un pueblo que han ido trillando el camino del progreso y del desarrollo sostenidos sin pausa, pese a tropezar sistemáticamente con numerosas dificultades. No soslayemos esa percepción un tanto amarga entendida como el “pesimismo dominicano”. A mi juicio, los logros más significativos pueden atribuirse a los regímenes de Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer, Danilo Medina, Leonel Fernández y Luis Abinader.
No ignoremos, de ninguna manera, los alcanzados durante la ocupación estadounidense de principios del siglo y que, en términos de administración pública, significaron un avance logístico en munchos órdenes.
Todas y cada una de esas administraciones incurrieron en aciertos y yerros. En mi opinión, los logros más notables y consistentes tuvieron lugar en la dictadura trujillista, y los gobiernos de Joaquín Balaguer, Luis Abinader, Fernández y Medina. Es imprescindible abandonar mezquindades y empezar a señalar yerros y desaciertos, pero no es el momento ni disponemos del espacio. En cuanto al respeto a los derechos humanos y las libertades públicas, los regímenes de Abinader, Medina y Fernández ocupan lugares relevantes.
El país ha ido alcanzando niveles de desarrollo palpables. No obstante, es preciso referirse a graves fallas y deficiencias que es preciso tomar en cuenta en este inventario. Una revisión de los medios de comunicación, cuya vigilancia ha resaltado en uno de los respaldos esenciales para el control ciudadano del que hacer público, nos puede aproximaría tanto a la realidad como a la cotidianidad de la República Dominicana en su conjunto, y al pueblo dominicano en particular en un significativo de años.
El Listín Diario del pasado 18 de octubre nos informa del rechazo generalizado de los denunciados vínculos del narcotráfico con la actividad política, así como de los acosos, la violencia, la persecución judicial y las estrategias oficiales “para silenciar la prensa” en el ámbito latinoamericano. Los titulares, a este respecto, se corresponden con lo ventilado en la 81 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) celebrado en Punta Cana. Por ejemplo, denuncias sobre “atropellos y abusos” se ejemplificaron con el caso del periodista Joseph Gnilder, de Haití, quien denunció que el Gobierno “busca silenciar la prensa y ocultar la verdad” sobre la realidad de ese desdichado país.