Palos si no boga

Palos si no boga

Palos si no boga

Federico Alberto Cuello

El peor enemigo de un incumbente no está en la acera de enfrente, sino dentro de casa.
Los amantes de la serie “House of Cards”, sea en la versión de Netflix adaptada a la realidad estadounidense, o en la original de apenas 4 episodios de la BBC, seguro lo tienen muy presente.

El Reino Unido parece estar viviendo momentos dignos de un quinto episodio.

El 2021 terminó con la “revelación” de que en mayo 2020 hubo una fiesta convocada por el secretario personal del primer ministro británico (conservador) en la casa de Gobierno.

El lector recordará que ese fue uno de los meses más duros de confinamiento en todo el mundo. Todos debimos quedarnos en casa sin salir, so pena de incurrir en duras multas y hasta de caer presos.

La filtración en diciembre 2021 coincide con el peor nivel de popularidad del gobierno conservador, electo en 2019 montado en la marea de un Brexit que debía convertir al Reino Unido en el paraíso de la desregulación.

El voto sin precedentes a favor de los conservadores en distritos electorales tradicionalmente laboristas concitó expectativas de fuertes inversiones públicas en servicios desatendidos por décadas, inversiones que debieron postergarse por la costosa – e imprescindible – respuesta financiera al choque sanitario provocado por el Covid.

Ahora que el mundo parece estar a punto de pasar la página de la pandemia, no parece quedar más remedio que elevar los impuestos para cumplir con las promesas pendientes de inversión, al tiempo que se repagan los préstamos concertados para financiar el gasto de emergencia.

El partido conservador, todavía fiel al legado de Margaret Thatcher, no parece compartir semejante agenda tributaria.

Neville Chamberlain perdió el cargo por haber ingenuamente creído en el pedazo de papel que Hitler le firmó y que el público tanto le celebró.

La realidad de la guerra en Polonia y luego en Noruega movió a los suyos a conspirar con la oposición para una moción de censura que no perdió, pero que tampoco ganó por un margen honorable.

Bastaron seis días en mayo de 1942 para que fuera reemplazado por un gobierno de unidad nacional encabezado por Winston Churchill como primer ministro y por el laborista Clement Atlee como viceprimer ministro.
Quince años después, otro conservador, Anthony Eden, debía renunciar por la crisis del canal de Suez, nacionalizado por Nasser en Egipto.

Su secretario del tesoro, Harold Macmillan, terminó heredando el cargo que según algunos maquiavélicamente consiguió, dejando desgastar a Eden en una crisis que muy bien pudo evitarse de haberse negado a financiar una invasión carente de mandato del Consejo de Seguridad de la ONU.

La propia Margaret Thatcher cayó después de tres abrumadoras victorias electorales, víctima de las maniobras de sus más cercanos colaboradores, siendo también reemplazada por su secretario del tesoro, John Major.
Parecería que la historia está a punto de repetirse. Los apostadores británicos dan por seguro sucesor de Boris Johnson al actual secretario del tesoro, Rishi Sunak.



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