
“No preguntes por quién doblan
las campanas, doblan por ti”,
John Donne, poeta y clérigo inglés.
Bajo el fuego y la ira de Israel, la Franja de Gaza es hoy un cementerio, un río de sangre inocente.
Con el pretexto de combatir a su archienemigo Hamás, Israel está cometiendo un genocidio en la Franja de Gaza solo comparable con el Holocausto de los nazis en Alemania, que le arrebató la vida a millones de judíos. Es fácil pasar de víctima a victimario.
Hasta el pasado domingo, el número total de palestinos fallecidos por la ofensiva israelí desde los ataques de Hamás en octubre de 2023 ascendía a 64,522, mientras que los heridos ascienden a 163,096, según reporta la agencia EFE. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños. Sí, niños.
Quién lo iba a decir: Israel, un pueblo víctima de una atrocidad tan grande como la cometida en su contra por las hordas hitlerianas, hoy hace lo mismo, y en cierto modo, peor, pues no solo mata con el fuego de sus poderosas armas, sino también de hambre. Muchos han muerto tratando de conseguir un plato de comida.
El gobierno israelí de Benjamín Netanyahu bombardea deliberadamente hospitales, escuelas, carpas y edificios residenciales. Lanza misiles contra niños, periodistas, mujeres, pacientes, civiles hambrientos, gente inocente y no respeta ninguna frontera. Es la locura total, una orgía de sangre y muerte en la llamada Tierra Santa.
La atrocidad cometida por Ariel Sharon en los campos para refugiados palestinos en el Líbano en 1982 palidece ante lo que está pasando ahora.
Netanyahu y su ejército no escuchan ni a las familias de los rehenes que aún están en manos de Hamás. Tampoco escuchan a Naciones Unidas ni a los mandatarios y gobiernos que se oponen a la limpieza étnica que realiza en Gaza. Su sed de venganza lo ha cegado hasta convertirlo en un Calígula del siglo XXI.
Lamentablemente, la posición de los gobiernos europeos ha sido tibia, con excepciones como la del español Pedro Sánchez, quien recientemente anunció nueve medidas contra Israel. Desde nuestro continente se han levantado algunas voces como las de Venezuela, Brasil, Cuba, Colombia y México. Los demás prefieren mirar para otro lado.
En el caso dominicano, si bien el presidente condenó de inmediato el atentado criminal de Hamás, desde entonces “no ha tenido tiempo” para enterarse del genocidio contra niños y mujeres en Gaza, y calla. Admirable, eso sí, su hija Adriana, quien el año pasado pidió que su regalo de graduación universitaria fuera "para los niños de Gaza". Al menos ella tuvo el decoro y la valentía de ese gesto.
Tampoco han sido lo suficientemente enérgicas las posiciones de potencias como China, Rusia, India y otros países del sur global, que se supone están llamados a ser un contrapeso ante una crisis humanitaria como la que acontece en Gaza.
¿Hasta cuándo seguiremos siendo testigos mudos, simples espectadores de una tragedia en tiempo real? Paremos ya este abominable Holocausto 2.0.
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German Marte
Periodista dominicano. Comentarista de radio y TV. Prefiere ser considerado como un humanista, solidario.