El país avanza, pero se la juega en sostenibilidad y medio ambiente

La República Dominicana, ha sido durante mucho tiempo, una vitrina de buenas prácticas ambientales y un recordatorio de lo mucho que falta por hacer. Un informe del ministerio de Medio Ambiente reporta que, en su último Índice de Desempeño Ambiental, que mide la salud ambiental, los ecosistemas, y el cambio climático, las prestigiosas universidades de Yale y Columbia, celebraron el movimiento positivo del puesto 89 al 72, gracias sobre todo a la recuperación de bosques y a la mejor gestión pesquera, que hoy figura en el sexto lugar mundial
Sin embargo, esa buena noticia contrasta con otra cifra que retumba: según el Country Climate and Development Report del Banco Mundial, si no se acelera la adaptación, el cambio climático podría restarle hasta el 17 % del PIB dominicano para 2050, con golpes directos al turismo, la infraestructura y la productividad laboral. Por eso, la sostenibilidad aquí ya no es una agenda de un sector particular, sino una necesidad de supervivencia económica y social.
En energía hay señales mezcladas. El Ministerio de Energía y Minas reporta que las fuentes renovables, dígase solar, eólica, biomasa e hidráulica, ya suponen un 23 % de la capacidad instalada—más del doble que en 2020—y vienen otros 27 parques en camino
Aun así, todavía el 77 % de la electricidad se produce con combustibles fósiles, de modo que el país sigue expuesto al vaivén de los precios internacionales del petróleo y de la presión para reducir emisiones. Por lo que, el desafío sigue siento, construir almacenamiento y redes inteligentes antes de que la demanda crezca más rápido que la oferta limpia.
En materia de resiliencia, el Estado dominicano ha abierto varias canchas nuevas. El préstamo Cat‑DDO de 230 millones dólares firmado con el Banco Mundial en el 2022 y que entró en vigor en el 2024, le da liquidez inmediata al Gobierno en etapas de huracanes o tiempos de epidemia, y obliga a integrar el riesgo climático en la planificación fiscal y el ordenamiento territorial.
Paralelo a lo anterior, el país se anota otro punto, con la incorporación del Consejo Nacional para el Cambio Climático al programa europeo Copernicus que garantiza acceso directo a imágenes satelitales en tiempo real para monitorear huracanes, incendios y calidad del aire, algo impensable cinco años atrás.
A esto se suma, el “Plan de Inversión para la Acción Climática”, diseñado con el BID y el Ministerio de Economía, que busca articular financiamiento público‑privado para proyectos de adaptación en agricultura, agua y ciudades.
Pero la realidad sobre el terreno demuestra que las políticas no siempre se consiguen como son planteadas. En un reportaje del periódico Listín Diario, agricultores de la Línea Noroeste se quejan de que los manuales sobre riego eficiente llegan antes que el crédito para modernizar sus bombas; pescadores de Las Terrenas denuncian vedas sin alternativas productivas; y técnicos del propio Ministerio de Medio Ambiente advierten que “no hay personal suficiente” para vigilar 128 áreas protegidas. El agrónomo José Mercedes lo resumió de forma cruda en un foro reciente: “Tenemos planes fenomenales, pero no el ‘cómo’ llevarlos al campo”.
Un ejemplo de lo que sí funciona, es la gestión del sargazo. El reportaje del periódico El País “República Dominicana, un pequeño laboratorio para experimentar soluciones frente al sargazo” dice que cada año llegan a las costas dominicanas millones de toneladas de esa enorme alga, con efectos devastadores sobre el turismo. Apunta el prestigioso diario español que, “en Macao, se entierra la biomasa con excavadoras; en Punta Cana se combinan barcazas y barreras flotantes para contrarrestar su impacto; y universidades como el INTEC prueban convertirla en biofertilizantes o bioplásticos”.
Estas acciones colocan la República Dominicana en el radar regional, cuando el Pulitzer Center confirma que “el propósito de estos proyectos es convertir el desafío del sargazo en una oportunidad de economía azul, que incluye aplicaciones como bioestimulantes agrícolas, alianzas internacionales (entre ellas con Finlandia) y el desarrollo de una cadena de valor regional”. Lo crítico, está en que muchas de estas acciones siguen dependiendo de subsidios y de la buena voluntad de los hoteleros para costear la logística
En síntesis, el país ha demostrado que puede subir en los rankings, atraer financiamiento y multiplicar su generación renovable; pero también que el cambio climático avanza más rápido que las reformas. La clave, dicen expertos locales, es pasar de los “documentos de buena intención” a un mecanismo capaz de coordinar ministerios, alcaldías, empresas y comunidades con metas medibles y presupuesto asegurado.
Solo así la sostenibilidad dejará de ser un titular optimista para convertirse en una red de seguridad real para el productor de café de Jarabacoa, para la operadora turística en Punta Rucia y para el reciclador de plástico en cualquier barrio del Gran Santo Domingo.