La reelección, en democracias y sociedades como la nuestra, siempre traerá traumas.
La vocación de eternización en el poder, la persecución por rebatiñas y la débil institucionalidad hacen que la reelección sea un motivo de profunda división y generadora de una permisividad entre sus promotores que termina contaminándolo todo.
La modificación constitucional de 2015 para permitirle la reelección a un Presidente que había ofrecido todos los argumentos sensatos para explicar, en el pasado inmediato, de porqué no era recomendable la reelección, ha hecho que se mantenga vivo y vigoroso ese fantasma.
La primera víctima parece será el propio oficialista Partido de la Liberación Dominicana.
Desde hace meses, las puñaladas silenciosas han estado a la orden del día.
Pero ya la casa no tiene espacio suficiente para lavar la ropa adentro y hay que empezar a lavarla afuera.
El “affaire” de Roberto Rodríguez Marchena y Franklin Almeyda es solo la punta del iceberg. Mientras tanto, a confesión de parte, se confirma lo que todo el mundo sabe: los nombramientos pagados con recursos públicos para no trabajar o, visto de otra manera, usar los fondos públicos para pagar favores o compromisos partidarios.
La reelección dará mucho de qué hablar.