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Padre Rogelio Cruz: guapo sí, pero no por ser mocano

  • Antes de su ordenación al sacerdocio, Rogelio hizo de profesor- Social. Su espíritu aguerrido que le hizo destacar al servir en Cristo Rey, lo aprendió en México

El padre Rogelio  está marcado por su cercanía con la pobreza y la fe, lo que considera como un don divino.
El padre Rogelio está marcado por su cercanía con la pobreza y la fe, lo que considera como un don divino.

SANTO DOMINGO.- “Tú no te haces rebelde, tú naces rebelde”, dice con la firmeza de quien ha vivido
en carne propia la inconformidad frente a la injusticia.

Así se define el padre Rogelio Cruz, sacerdote y líder social dominicano, cuya historia personal está marcada por su cercanía con la pobreza, la fe y una rebeldía que —según afirma— es un don divino.

Nacido en el paraje La Lomita, de Las Lagunas, Moca, en una familia numerosa y humilde, el padre Rogelio recuerda haber crecido en un entorno donde la desigualdad se respiraba a diario.

“Me desarrollé en un ambiente de negación de justicia, de derechos y de la invisibilidad de los pobres”, dice. Esa realidad, confiesa, fue el fuego que templó su carácter y su vocación de lucha.

El hogar donde nació la rebeldía

Hijo de Joaquín Cruz, un veterinario empírico, y de María Altagracia Fernández, una mujer de carácter fuerte y manos siempre al servicio de los demás, Rogelio aprendió desde pequeño que el ejemplo va
le más que los discursos.

Al hablar de su padre lo describe como un rebelde tranquilo al que la gente buscaba para resolver problemas pues “sin títulos” sabía más que muchos con papeles.

Sobre su madre, el tono se vuelve casi poético: “Yo nunca la vi sentarse a comer. Siempre servía a todo
el mundo. Si te decía que te iba a dar una pela, te la daba, pero era una mujer extraordinaria”.

Creció junto a once hermanos, en una casa donde el orden, la fe y la solidaridad eran parte de la rutina y que originó que una de sus hermanas, decidiera hacerse monja.

Aunque por algunos hechos históricos se atribuye a los mocanos tener un temperamento fuerte, el padre Rogelio lo desmitifica: “Eso es mentira, no son guapos nada. Para él, la valentía no es genética, sino fruto del compromiso con la transformación: “El ser guapo te lo da tu trabajo y tu compromiso con tu realidad”.

El llamado al seminario

Su encuentro con la vocación religiosa fue casi accidental. En casa, encontró un papel que le invitaba a unirse a un seminario cuando tan solo tenía trece años de edad.

Su ingreso al seminario fue también su primer contacto con la organización salesiana.
Recuerda cómo un hombre de su comunidad, con más recursos, se encargaba de llevar a un grupo de jóvenes — incluyéndolo a él— a Jarabacoa. “Éramos 18”, rememora.

“Él nos llevaba y nos traía. De lo contrario, no hubiese sido posible”.
Allí cursó el bachillerato y luego continuó su formación en el Colegio San Juan Bosco. Estudió Filosofía en
el Seminario Santo Tomás de Aquino, y más tarde Educación en la UNPHU.

Un maestro antes del púlpito
Antes de consagrarse como sacerdote, Rogelio fue profesor. Dio clases en Jarabacoa y Villajuana, experiencias que marcaron su vínculo con las comunidades marginadas.

“Mi apostolado siempre fue en parte marginal, en parte pobre”, asegura. Ese contacto directo con las necesidades reales del pueblo moldeó su mirada crítica y su estilo pastoral.

El exilio de las certezas Buscando respuestas, viajó a Guatemala, donde fue expulsado del seminario al año de ingreso: “El sistema no respondía a lo que yo buscaba”.

De regreso al país, trabajó un tiempo en Villajuana, pero pronto partió de nuevo, esta vez a México,
donde encontró —por fin— el espacio que había anhelado.

Cuenta que en la localidad de San Pedro Tlaquepaque, descubrió el sistema religioso que buscaba donde
aprendió que la autonomía también era parte de la fe.

“Nos reuníamos al principio del año y planificábamos todo. El director nos decía: ‘Ustedes van a estar en la calle atendiendo gente, y si no aprenden a decidir por ustedes mismos, no van a poder servir’”, recuerda. Esa experiencia definió su manera de ver la vida religiosa: con libertad, con pensamiento crítico y con los pies en la tierra.

Forma de ser Servicio
El Padre Rogelio Cruz no cambia su forma de ser. No teme decirlo que piensa ni ha permitido que los años le acomoden. Su relato es el de un dominicano de campo, de fe viva, de un rebelde dedicado al
servicio.Este artículo fue publicado originalmente en El Día

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Anyelo Mercedes

Es periodista y locutor. Cubre Congreso, Partidos Políticos y JCE.

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