Pacto migratorio

En primer lugar, debemos considerar a la antropología como la más idónea de las líneas de investigación o área específica de estudio para encargarse de delinear la ruta temática que puede guiar los proyectos de investigación de un grupo de veedores como lo es el recién creado Observatorio de Política Migratoria, con el objetivo de generar conocimientos nuevos, a los fines de resolver problemas o profundizar en el campo particular de la inmigración ilegal.
En segundo lugar, tal como acordaron las mayorías de los países miembros de la ONU, en Marrakech (2018), donde ocurrió el primer acuerdo global para ayudar a aprovechar los beneficios de la migración y proteger a los inmigrantes indocumentados, se prefirió no dar pie a esa iniciativa, ya que, en República Dominicana, la ocurrencia de inmigrantes ilegales desde Haití no es sensata; más bien, es una invasión pacífica de migrantes.
Las ciudades de Pedernales, Dajabón, Elías Piña, La Descubierta y Montecristi son los puntos de trasiego de migración esencialmente ilegal, que transcurre desde los vecinos del oeste de la isla hacia la nación dominicana.
Antes de ser parte de ese pacto, los pueblos de Haití y República Dominicana tiene que sentarse a la mesa, pues, en esta ocasión toca no obedecer fórmulas sacadas del mundo occidental, sino de la realidad que sufren por separados estas dos pequeñas naciones, a quienes la migración ha marcado de manera drástica.
Es comprensible que la emigración haitiana esté orientada por la búsqueda económica, por los sueños de progreso material; es evidente que las migraciones enriquecen las economías de las naciones, y en el caso nuestro, erróneamente aceptamos que la mano de obra haitiana es determinante para importantes actividades productivas.
Pero por causa de la “inmigración ilegal”, ni por causas semejantes, el país no está dispuesto a producir contra sí mismo un caos social.
Y ahora, con la experiencia de no haber dado continuidad a este problema de siempre, se desborda la inmigración ilegal haitiana y el país se ve obligado a protegerse con las ya anunciadas medidas de emergencia para enfrentar la crisis de la inmigración haitiana. Una de esas medidas, –el número 8–, es la que crea el Observatorio de Política Migratoria.
En medio de ese contexto se hizo el llamado a una cumbre del presidente y los expresidentes, quienes acordaron “discutir, aprobar y promover una política exterior”, «unificada y conjunta sobre las implicaciones de la situación haitiana”, “frente a la crisis sin precedentes», que nos afecta, por Haití.
Pero resulta que las cumbres de presidentes no son automáticas. En el primer nivel de su preparación está el trabajo técnico, que es tedioso y delicado; el segundo tiempo, es definido por los funcionarios y técnicos del Gobierno y por los partidos de oposición; y finalmente, está el diálogo de los presidentes. Ese día, deben presentar sus propuestas.
Luego surgen los acuerdos y compromisos asumidos en el pacto migratorio, que en esta ocasión es de la misma naturaleza. Pero que implican revisar las políticas públicas concretas y reformas legislativas sobre el tema. Se deberán exigir mayores esfuerzos públicos y privados; y se promoverá un cambio de paradigmas en nuestro accionar cotidiano personal y colectivo.
En este tenor, el Plan de Política Migratoria estaría propuesto para trabajar en las 15 medidas ya decretadas, y el Observatorio de Política Migratoria sería el organismo ideal para realizar los trabajos técnicos de búsqueda de datos y de formulación de propuestas y soluciones al tema de los inmigrantes haitianos. Si el Instituto Nacional Migración no puede ayudar, los antropólogos sí estamos disponibles para realizar los talleres necesarios.
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