El coronavirus es una enfermedad similar a la gripe, pero con mayor índice de mortalidad y capacidad de propagación.

Lo cual ha provocado que muchos países tomen medidas drásticas para reducir las consecuencias.

En República Dominicana la enfermedad ha iniciado una acelerada propagación, sobrepasando los “controles” del precario sistema de salud dominicano. Tanto así que el presidente Danilo Medina envió al Congreso el proyecto de ley para declarar el estado de emergencia, con lo cual quedarán limitadas una serie de libertades públicas como la de tránsito, de reunión, de asociación, etc.

Esto tendrá un impacto directo en la economía dominicana. Tanto en la macroeconomía del Estado, como en la microeconomía familiar.

Turismo, remesas y zonas francas, tres de los principales sectores de la economía dominicana, están en fase de colapso; lo cual impactará en la capacidad de pago de la deuda pública, los servicios, los planes sociales y la administración pública en general.

Por su lado el desempleo que provocará la paralización de una gran cantidad de empresas, sumado a la desocupación de trabajadores informales (motoconchos, taxis, carros públicos, etc.) traerá un impacto severo en la vida de millones de personas, que no contarán con los recursos para satisfacer sus necesidades más elementales.

Todo esto ante un gobierno sin credibilidad, un Estado con institucionalidad precaria, y unas fuerzas armadas sin capacidad operativa y liderazgo.

Ahora mismo República Dominicana no es un país, es una bomba de tiempo. Cualquier cosa puede pasar.

Pedirle a nuestro pueblo, a la clase gobernante, a los líderes sociales, religiosos, políticos y empresariales la mayor de las prudencias.

Actuemos con solidaridad y apego al divino mandamiento de “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Dios bendiga a la República Dominicana.