En ocasión de celebrarse cada 21 de marzo, desde 1998, el Día Mundial de la Poesía, el destacado comunicador y periodista Néstor Estévez tuvo la gentileza de solicitarme redactar un breve artículo a ese propósito, para ser publicado el mismo día en el boletín digital de la Red Iberoamericana de Profesionales por la Comunicación Pública (IberComp), entidad amparada por la Unión Iberoamericana de Municipalistas (UIM), y conformada por periodistas y comunicadores de Iberoamérica cuya actividad se desarrolla en la administración pública.
La Unesco proclamó ese día, en que también inicia la primavera en el hemisferio norte, consagrando el lenguaje poético como palabra esencial en la reflexión sobre nuestro tiempo.
Comparto, pues, con los lectores de esta columna, algunas de las ideas del artículo para IberComp que titulé “La poesía, en su día mundial”.
Desde 2020, el Día Mundial de la Poesía ha estado marcado por la irrupción de la pandemia del SARS-CoV-2. Y si bien esta pandemia trastocó nuestra forma de vida y aceleró el proceso de digitalización y transformación tecnológica globales, no es menos cierto que también el arte, en sentido general, y en particular la poesía, tuvieron que adaptarse al medio digital para contribuir con la resiliencia espiritual de la humanidad, sumida en la incertidumbre, el pánico, la desesperación, el confinamiento, el estado de emergencia y el luto en millones de familias.
En tanto que forma de lenguaje y expresión estética, principio de enunciación, fuerza evocadora de la comunión y concierto de las comunidades del mundo, más allá de las etnias y las lenguas, la poesía ha padecido los rigores del confinamiento y otras medidas sanitarias derivadas de la crisis sanitaria.
La pandemia ha forzado a la poesía a la conquista del espacio virtual con la voz viva de los autores, lo que ha impreso calidez a su manifestación. Se trata de una experiencia audiovisual remota, que sustituye el encuentro presencial de los poetas con sus diferentes públicos. Con las plataformas virtuales y la digitalización de la vida cotidiana, la economía y la cultura, la poesía exhibe su carácter resiliente y reconquista su lenguaje natural, el de la oralidad.
Maurice Blanchot afirmó, acerca de la escritura, y este aserto le cabe muy bien a la poesía, que significa participar de la afirmación de la soledad donde amenaza la fascinación.
Es, subraya, entregarse al riesgo de la ausencia de tiempo, donde reine el comienzo eterno. Soledad, fascinación, entrega, ausencia, comienzo y eternidad parecerían términos muy abstractos que, sin embargo, para el poeta se trata de elementos propios de su materia prima, en la medida que su quehacer lo convierte en instrumento del lenguaje.
El Día Mundial de la Poesía de 2021, aunque con el aliciente del hallazgo científico de la vacuna contra el nuevo coronavirus, vuelve a encontrar la humanidad presa del peligro de morbilidad y letalidad de la pandemia. De ahí que la poesía, como expresión del espíritu a través del lenguaje, tenga hoy una dimensión más elevada como fuerza reafirmadora de la vida y del futuro victorioso de la humanidad frente a la muerte.
En ese poder de la palabra, que enfrenta y transgrede la palabra del poder, radica la misión humana de la poesía, que trasciende, incluso, su función social y su atributo simbólico de lengua-cultura.
Poesía significa esencia del lenguaje. Y su enorme desafío en estos tiempos pandémicos estriba en cómo seguir siendo esa puerta singular a través de la cual, junto a las demás esferas del conocimiento y, particularmente del humanismo digital, llegaremos al estadio de evolución social que aparte a la humanidad, de una vez por todas, del amenazante peligro de su autodestrucción.