Otra vez se habla con insistencia de “candados constitucionales” en referencia a la supuesta necesidad de dificultar la reforma constitucional para un tema específico: en este caso, la reelección.
Como en las ocasiones anteriores, es necesario advertir sobre los verdaderos efectos que esto tendría en nuestro ordenamiento constitucional.
Lo primero a señalar es que las constituciones no son textos sagrados, llamados a mantenerse incólumes ante el paso del tiempo y las circunstancias.
Por el contrario, son herramientas que deben amoldarse a las necesidades (y la voluntad) de las sociedades que rigen.
Así las cosas, poner “candados” a cuestiones específicas no tendría otra consecuencia que no sea la de atar a las generaciones futuras a la voluntad contingente de la generación actual.
Las derivaciones de esto son tan previsibles como nocivas.
Y es que la dificultad de la Constitución para adaptarse trae consigo una también mayor dificultad para ser la herramienta del acuerdo social que hace posible la democracia constitucional.
En buen español: si la dificultad de la reforma impide buscar soluciones dentro del sistema constitucional, entonces estas se buscarán fuera de él. Es ley de vida.
Esta realidad no puede esconderse detrás de la certeza de que se toma la decisión correcta, puesto que sabemos lo que hoy conviene al país, pero no estamos seguros de lo que convendrá en el futuro.
Puesto a escoger, dentro del sistema presidencialista prefiero el actual modelo de reelección presidencial pero, por una cuestión de principios, no puedo procurar imponer esa posición a los dominicanos del mañana.
Después de todo, si algo queda claro de las últimas cuatro reformas constitucionales, es que los dominicanos no tenemos un acuerdo firme sobre el tema.
Todo lo anterior sin entrar en las dificultades del proceso.
No bastarán las mayorías congresuales porque el artículo 272 constitucional obliga a que cualquier candado a la reforma sea aprobado por los ciudadanos en un referendo.
Referendo para el cual no existe en este momento el marco legal que la propia Constitución exige.
Esa ausencia de régimen jurídico claro abre un escenario de incertidumbre que es contrario a la seguridad que dice buscarse con el “candado”.
Si se quiere crear un valladar al autoritarismo, lo necesario es fomentar los valores democráticos. Sin eso, no hay “candado” que pueda proteger a la Constitución.