El escándalo de la Odebrecht fue el detonante, pero lo que estalló en la marcha cívica del domingo 22 fue el repudio y la indignación aposentados en la gente ante una historia tan larga de corrupción y crímenes sin castigo.
Aquí hay una deuda moral demasiado vieja, porque las ansias de justicia de este pueblo han sido burladas constantemente y cada promesa de sanción al delito en el ejercicio público se ha tornado en frustración y burla.
Faltaba un cauce para que el descontento y el reclamo enérgico de justicia se expresaran y la convocatoria a la marcha tuvo el mérito de señalarlo. Así son las cosas de la historia.
Recuérdese que para el lunes 23 de abril de 1984 lo que estaba previsto era un paro de protesta limitado al barrio capitaleño de Capotillo, y ya en las primeras horas de la mañana los barrios y campos de todo el país estaban en franca insurrección.
Las alzas de precios provocadas horas antes por las medidas del gobierno perredeísta rebosaron la justificada indignación de un pueblo al que le habían prometido la “democracia económica” y se sentía estafado en su ingenuidad.
Un llamado a huelga en un barrio capitaleño sirvió de detonante de lo que Juan Bosch llamó en aquel entonces una “poblada”.
Ahora hemos vivido una experiencia parecida. Con la diferencia de que en el caso actual se trató de una protesta cívica y pacífica; no por reivindicaciones económicas, sino bajo demandas morales y políticas.
La marcha atrajo hacia sí misma la indignación provocada por años largos de grosera impunidad. Recuérdese que a la caída de la tiranía trujillista aquí se impuso la inmoralidad del “borrón y cuenta nueva” y ni siquiera a los asesinos de las hermanas Mirabal se les aplicó justicia.
Al desplazamiento de la dictadura balaguerista en 1978 se aplicó la misma consigna y la impunidad se afianzó como norma, y hoy, cuando un escándalo de corrupción sucede al otro, ningún culpable paga por ello.
A pesar de las evidencias. La marcha demostró de qué tamaño es el reclamo de justicia y el repudio a la corrupción que anida en la sociedad. Ahí está ese golpe de pueblo, esta otra “poblada” como un hecho aleccionador.
La marcha habló con contundencia. El gobierno tiene la palabra.
Sobre las perspectivas del movimiento importa decir algunas cosas, pero eso tiene que ser en otra entrega.