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Oro y algodón: mitos y realidades en la Isla Española

Hanlet Domínguez Por Hanlet Domínguez
Hanlet Domínguez
📷 Hamlet Domínguez.

El oro era el metal predilecto de los españoles: símbolo de riqueza y de estatus social, lo cual perdura todavía en muchas sociedades. En la Isla Española, los colonos encontraron dos lugares específicos donde abundaba el oro: el Cibao y el Río Haina.

La conocida frase en alusión a los taínos: “Les cambiaban oro por espejos” puede interpretarse como que los nativos de la Isla desconocían el valor de este metal. En parte, esta interpretación es válida pero, desde la cosmovisión taína, el metal dorado (aunque raro) no tenía la misma importancia que, por ejemplo, sí tenía el algodón como fuente de riqueza en el cacicazgo de Jaragua.

Conocemos el valor del algodón, ya que los caciques utilizaban un cinto de algodón como símbolo de su jerarquía y en ceremonias religiosas. Es preciso recordar que el único Cemí (deidad ancestral o espiritual taína) de Algodón de la Isla Española, según las informaciones de octubre de 2024, estaría en exhibición desde marzo de 2025 hasta julio del presente año en el museo del Hombre Dominicano.

Volviendo a nuestro tema, tampoco es sorpresa que el único Cemí de Algodón tenga tanta valía. Pero, además, el cacique Bohechio (de Jaragua), en su negociación con Bartolomé Colón (gobernador de la isla desde 1496-1498 en ausencia de su hermano),  le dijo que el oro no abundaba en sus tierras y que podía tributarlo con algodón.

Los nativos que vivían en la Isla tenían varias formas para describir “oro”, o su equivalente, que se utilizaba en ese lugar (había por lo menos tres lenguas): “caona”. Por tal razón no sorprende que los nombres de los caciques Caonabo (cacique Maguana) y de su esposa, Anacaona (cacique de Maguana y posteriormente de Jaragua) tengan connotación de grandeza en la cosmovisión taína. Por lo tanto, sí se conocía el valor del oro en la Isla.

En el reino de Maguana estaba el mencionado río Haina, del cual el almirante Cristóbal Colón una vez pensó que se trataba de Ofir: la antigua mina del Rey Salomón en Asia, con la cual se había construido el Templo de Jerusalén.

Esta abundancia de oro en Haina puede ser, quizás, la razón por la cual Alfredo Zayas, en su libro Lexicografía Antillana, dice que el nombre “Caonabo” significa “lugar en que abunda el oro”o“abundancia de oro”. El Doctor Chanca, quien estuvo en el segundo viaje colombino, indica que este nombre quiere decir “casa dorada”. En el caso de “Anacaona”, su nombre quiere decir “flor de oro”.

Los españoles, al salir de la Isabela (Puerto Plata) y al relocalizarse al sur de la Isla Española a finales de la década de 1490, se ubicaron en lo que en la actualidad es la periferia: Santo Domingo-Haina, y formaron la Nueva Isabela o la Isabela Nueva (posiblemente interesados en el oro).

Así lo menciona el cronista Fernández de Oviedo en el capítulo viii de su libro Historia General y Natural de Las Indias. De este asentamiento (Isabela Nueva o Nueva Isabela) se debate si estaba en la margen oriental del río Ozama o en el río Nigua (en el siglo xvi, en esta localidad había un ingenio azucarero, según Oviedo), muy cercano al río Haina.

Con el descubrimiento de oro en Haina (cerca del año 1496), el almirante Cristóbal Colón mandó a su hermano, el adelantado Bartolomé Colón, a nombrar el lugar con el nombre “San Cristóbal” (actual provincia y, quizás, nombrada en su honor), y también a construir una fortaleza para vigilar aquel sitio. En dicha estructura abundaba el oro y “los trabajadores la llamaron ‘Torre del Oro’ al encontrar granos de oro entre la tierra y piedras empleadas para su construcción”, según indica Jesús Varela Marcos en su estudio sobre Bartolomé Colón.

El precioso metal se encontraba también en grandes tamaños y, en algunos casos, hasta en formas geométricas llamativas. El almirante Cristóbal Colón así lo aseguró al mencionar en una carta luego de su apresamiento en el 1500,  al quejarse de que, en su casa en Santo Domingo, Francisco de Bobadilla le había robado varias piezas de oro que parecían “huevos”.

El afamado historiador español Demetrio Ramos indicó que, al desembarcar el nuevo Gobernador de la Isla Nicolás de Ovando, en el puerto de Santo Domingo, el 15 de abril de 1502,  se encontró con un pueblo pleno del optimismo, ya que poco tiempo antes habían encontrado un piedra de oro de alrededor de treinta y dos libras. 

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