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Ordenar la casa

Patricia Arache Por Patricia Arache
Patricia Arache
📷 Patricia Arache

Desde que tengo uso de razón, escucho la frase de que, si se desea arreglar algo, lo primero es poner la casa en orden.

Esto aplica para todo, aunque mucha gente tiene la costumbre de ver “la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el suyo”.

No cabe dudas de que la crisis en Haití ha sido un desafío constante, frente al cual República Dominicana ha jugado un papel crucial en brindar asistencia, aunque con limitaciones y hasta contradicciones, pero en una perspectiva lógica y estratégica, está claro también que un país que busca ayudar a otro debe asegurarse de tener estabilidad interna, tanto en lo económico como en lo institucional.

El país ha hecho esfuerzos por fortalecer su economía y consolidar la gobernabilidad, pero también ha estado impactada por desafíos estructurales que han impedido una gestión más efectiva en el papel de liderazgo que debería desempeñar en la región.

La migración haitiana, la presión sobre los servicios públicos y la diplomacia internacional, que hasta ahora ha lucido indiferente, han generado situaciones y tensiones en este lado de la isla.

La mayoría de los países actúa frente a la crisis haitiana como si sólo se tratara de un problema externo, ante lo cual República Dominicana ha tenido que equilibrar su rol de vecino solidario con la necesidad de proteger su propia estructura social y económica, que es lo que estaría tratando de hacer ahora el Gobierno que encabeza el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona.

República Dominicana ocupa el lado oriental de la isla de La Española, mientras que Haití se encuentra en el lado occidental con una frontera terrestre que se extiende aproximadamente 376 kilómetros de norte a sur, un posicionamiento geográfico que, por sí mismo, ha influido en la historia, la cultura y las relaciones entre ambas naciones, marcadas por profundas diferencias lingüísticas, económicas, institucionales y políticas.

Es una realidad en la que se materializa a la perfección la expresión de “juntos, pero no reburujaos”, nunca antes mejor dicha; y en ese contexto, es importante hacer conciencia sobre la responsabilidad y el compromiso que debe asumir en República Dominicana para no dejarse arrastrar al abismo ni al derrotero que desde hace siglos exhibe la vecina nación.

Corresponde, entonces, que República Dominicana se aboque a un ejercicio de previsión y a la adopción de medidas drásticas que conduzcan al fortalecimiento institucional, con reformas al sistema migratorio, incremento en la lucha contra la corrupción, innovación en el sistema judicial, transparencia en la aplicación de las leyes y disposiciones y garantías convincentes de que existe seguridad ciudadana.

Vigilancia y control fronterizo, con una gestión eficiente de la frontera, en la que se utilice tecnología avanzada para el control migratorio y el comercio, evitando el tráfico ilegal de bienes y personas; es un paso esencial que debe dar República Dominicana para que pueda continuar brindando ayuda a Haití, el país más pobre y vandalizado del continente americano.

Es importante también, definir una política exterior clara, en la que se establezca una postura firme, pero diplomática sobre el rol que debe desempeñar República Dominicana en la crisis haitiana, con lo cual fortalecería su necesario liderazgo regional, evitando presiones externas que afecten su estabilidad.

En la medida en que ordene la casa, República Dominicana, que tiene leyes y disposiciones sólidas, pero incumplidas, como la que establece que la fuerza laboral esté compuesta por un 80 % de dominicanos y no más de un 20 % de extranjeros, estará en mejores condiciones de aportar soluciones y contribuir a enfrentar la profunda crisis que sacude al vecino Haití, convertido en una dura y pesada carga social y económica para los que ocupan el lado oriental de la isla.

Ah, pero hay un detalle: hay que andar rápido, sin detenerse ni dar un paso atrás ni para coger impulso. Haití no tiene tiempo que perder. Se debate entre la vida y la muerte. Ya no puede esperar más.

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