Los jueces que han fallado con descargos casos de corrupción muy sonados se han encargado de motivar con detalles su decisión, poniendo sobre los hombros del ministerio público la responsabilidad de no haber podido probar, más allá de cualquier duda razonable, la culpabilidad de los imputados.
En el caso Odebrecht la jueza impuso condena solo sobre dos de los imputados, pero fue por algo que ni siquiera era el centro de la acusación: uno por supuestos vicios en su declaración jurada y el otro ni siquiera queda claro el motivo, lo que hace suponer que tienen una vía clara para lograr su absolución en apelación.
Con el caso de los sobornos en el expediente de los Super Tucano, también hubo absolución y la motivación de las juezas fue que no se pudo demostrar culpas.
Ambos casos tienen también en común que los sobornos fueron admitidos por las empresas, que son brasileñas, que llegaron a acuerdos en Estados Unidos y que en el país firmaron acuerdos de colaboración judicial para evitar que sus ejecutivos fueran puestos en juicio.
Ni siquiera con la admisión de que pagaron sobornos el Ministerio Público logró que las empresas señalaran a los sobornados y entregaran las pruebas del pago realizado.
