París.- La OCDE ha revisado al alza, como ya hizo en marzo, sus previsiones de crecimiento para las principales economías del mundo porque se han moderado algunos riesgos que enturbiaban el ambiente, como el tirón de los precios de la energía o la reapertura de China tras la larga hibernación de la covid.
Pero las tasas de crecimiento en su informe de Perspectivas Económicas publicado este miércoles son relativamente bajas, si se comparan con las que había antes de la crisis del coronavirus, y además hay nubes en el horizonte porque la inflación subyacente sigue elevada y porque la subida de los tipos de interés ha puesto en evidencia vulnerabilidades de los mercados financieros.
Ante un nivel de deuda muy abultado, que aumentó mucho en algunos países por los gastos para la pandemia y después también con medidas para paliar la escalada de los precios de la energía con la guerra en Ucrania, el mensaje de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es que el gasto público debe limitarse y ser más selectivo, dirigido a los más necesitados.
MAYOR CRECIMIENTO, PERO SIGUE SIENDO BAJO
El informe calcula que la economía mundial crecerá un 2,7 % este año, una décima más de lo que había anticipado en marzo y cinco más que en noviembre.
Para 2024, espera una ligera aceleración, hasta el 2,9 %.
En cualquier caso, todavía netamente por debajo del 3,4 % que hubo de media entre 2013 y 2019, justo antes de la covid. La OCDE ha aumentado las expectativas de cara a este año para la mayoría de los miembros del G20, pero hay notables diferencias entre la progresión del producto interior bruto (PIB) que espera en los gigantes emergentes que son India (6 %) y China (5,4 %) y las potencias occidentales.
Entre éstas últimas, España presentará la mayor expansión en términos relativos (2,1 %), aunque hay que recordar que en el primer trimestre era uno de los cuatro países de la OCDE (con Alemania, Reino Unido y República Checa) que todavía no había recuperado el nivel de actividad precovid.
Por debajo del 2 % se quedarán Estados Unidos (1,6 %), pero también Australia (1,8 %), Corea del Sur (1,5 %), Canadá (1,4 %) y Japón (1,3 %), por no hablar de las grandes economías europeas como Italia (1,2 %), Francia (0,8 %), Reino Unido (0,3 %), y en particular Alemania (0 %), totalmente estancado.
Los dos miembros sudamericanos del G20 presentan suertes muy diferentes- el aumento del PIB de Brasil se ha revisado al alza notablemente (siete décimas desde marzo) y debería ser del 1,7 % este año, un ritmo en todo caso anémico para las necesidades de una población joven y en crecimiento. Que no será mejor en 2024 (1,2 %).
En cuanto a Argentina, el preludio es un nuevo descenso a los infiernos con un año de recesión (-1,6 %) al que seguirá el ejercicio próximo una recuperación incompleta (1,1 %).
LA ECONOMÍA RUSA BAJA PERO NO SE HUNDE
El caso de Rusia merece un análisis aparte. En junio del pasado año, la organización le auguraba un hundimiento del 10 % de su PIB en 2022. Luego moderó esas previsiones, pero aun así quedó lejos del descenso efectivo del 2 %.
En noviembre, cuando ya veía que sus cálculos no se iban a cumplir para 2022, dijo que la recesión se iba a agravar en 2023, con un retroceso económico del 5,6 %. Ahora de nuevo ha tenido que recalibrar abruptamente esos cálculos y espera un descenso del PIB del 1,5 % en 2023 y del 0,4 % en 2024.
Detrás de todo eso está la constatación de que las sanciones han tenido un efecto limitado, probablemente porque al margen del frente occidental, Rusia ha seguido comerciando con muchos países emergentes, empezando por China y la India, que son los que han sustituido a Europa como principales mercados de sus hidrocarburos.
La economista jefe de la OCDE, la británica Clare Lombardelli, avisa de que las restricciones comerciales y de inversiones que han impuesto algunos países por la tensa situación geopolítica y por las preocupaciones sobre las cadenas de aprovisionamiento constituyen una amenaza.
Esas restricciones pueden reducir las ventajas del comercio internacional y perjudicar las perspectivas de desarrollo en los países pobres, considera Lombardelli. A su parecer, “sólo unas reformas políticas estructurales ambiciosas pueden aumentar de forma sensible el crecimiento económico a largo plazo y la calidad de vida de las personas en todo el mundo».