Estamos oyendo, leyendo y viendo, expresiones, escritos y actividades en que se predican de modo digno los valores éticos-morales.
Es bueno y estimulante que éstos sean llevados a cabo; pues, así se encausa la sociedad por el camino que exige la observación de ideas y condiciones de valía humana.
Sin embargo, de modo alguno los creyentes y apologistas religiosos deben creer y exponer que los valores de la fe y la práctica cristiana son únicos y meramente fundamentados en áreas de las debilidades, desvíos e imperfecciones sexuales.
Hay un sinnúmero de errores, pecados y malas prácticas que cometen muchos integrantes de todas las denominaciones y persuasiones cristianas. Es falacia, falta de humildad y prepotencia que por ser cristiano, uno es mejor, y los demás no sirven.
Oímos frecuentemente, expresiones como estas: “el pescador nunca dice, que su pescado hiede”; o que, “el prójimo tiene astillas en su ojo, y no se fija que en el suyo hay un tronco” (Mateo 7:3).
Jesús ha dicho que los que así actúan son hipócritas. De estos hay en todos los niveles de la escala de la religiosidad popular.
Lo único que tiene la ética-moral absoluto es: “seguir lo bueno y evitar lo malo”.
La exigencia de observar los valores ético-morales debe abarcar todas las fases y componentes de la conducta humana, y no sólo una parte del quehacer de un segmento de la sociedad.
Es oportuno señalar, cómo debe ser el modus vivendi en la colectividad.
Es aceptable, razonable y apreciable que persona de fe, de buena voluntad, y de clada conciencia, sean modelos y aporten sus enseñanzas para moldear buenamente a la gente de todas las clases y condiciones del pueblo.
Los hombres y mujeres de sensibilidad y consagración cristiana están llamados a dar pruebas fehacientes de ser “sal y luz del mundo”; sin embargo, no deben pretender que son las fuentes primordiales de la virtudes; porque se sabe que los filósofos griegos dieron a conocer lo que sabemos de las “virtudes cardenales” y las ideas de los “valores morales”.
Estas se pregonan usual y debidamente en las iglesias cristianas, para enfatizar e inculcar de manera concreta, los principios evangélicos, porque son fundamentalmente los mismos predicados por Jesús el Cristo.
Los líderes cristianos, los fieles, y los seres humanos de buena voluntad, deben concretar los ejemplos esenciales de las virtudes de la ética-moral, enfatizando que estas cualidades se oponen a los vicios, los errores, las maldades, la injusticia, la opresión, la discriminación, y la violencia en todas sus formas.
Es de lugar pensar y actuar conforme a lo que San Pablo escribió en Gálatas 5: 10-16: “No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades…
Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas…”; más, el apóstol va más allá y sigue diciendo: “mantienen odios, discordias y celos… causan rivalidades, divisiones y partidismos.
Son envidiosos… les advierto a ustedes… que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios”.
Hay que observar los valores éticos-morales a todos los niveles y condiciones de la vida del ser humano.
Estos deben ser enaltecidos, enseñados y ejemplarizados.