Obediencia a la voluntad de Dios

Obediencia a la voluntad de Dios

Obediencia a la voluntad de Dios

Franklin Puello

Los que andamos en el camino del Señor vivimos una realidad muy diferente a los que no han decidido buscar la experencia del evangelio.

Existe un compromiso claro de que debemos sujetarnos a la obediencia de la voluntad de Dios para ser transformados en personas más cercanas a la imagen del Creador, como dice la Biblia que somos.

¿Qué significa esto? Que debemos encaminar nuestras vidas al cumplimiento de la Palabra y cada una de las enseñanzas de la sagrada Biblia. Creer firmemente en la existencia de la voluntad divina y que nuestro paso por esta vida tiene un propósito que Dios tiene para cada uno, de forma muy diferente.

La Biblia nos enseña la mejor forma de la convivencia humana, como por ejemplo, “amar al prójimo como a ti mismo”, lo que significa que una persona no puede tener ni dar amor si no se cuida y ama a si misma.
Como también se llama a los hijos a honrar a los padres, enseñanza que cada día se incumple en muchos hogares y por cuya razón -yo entiendo- hay tantas familias infuncionales.

Otra enseñanza es cuando se orienta a la mujer a ser sabia, que no es más que un llamado para que la mujer tenga muy entendido que el hombre es cabeza del hogar y merece el mismo respeto que debe otorgarle a su compañera y esposa. Pero todo se circunscribe a la obediencia a la voluntad de Dios, lo que viene acompañado al temor a Dios que todos debemos albergar, porque debido a tu gracia respiramos y podemos disfrutar de cada día, por lo que en la Biblia se nos enseña a vivir cada momento sin preocuparnos por el futuro, que nunca podría llegar.

En Juan 2:17 se nos dice: “El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

En Lucas 11:28 nos enseña: “Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.
En 1 Samuel 15:22, la Biblia nos dice: “el obedecer es mejor que los sacrificios”.

La obediencia implica matar los deseos de la carne que nos llevan al pecado e implica alejarnos de las cosas del mundo que no agradan a Dios: como la avaricia, el engaño, la mentira y otras perversidades que nos apartan del diseño de Dios.
Gálatas 2:20 es claro: ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, que no es más que una plena aceptación de Dios.