DENVER, Colorado. — Para muchas personas en todo el mundo, la peor masacre a tiros en la historia moderna estadounidense suscita una interrogante: ¿por qué ese tipo de violencia ocurre con tanta frecuencia en este país?
Para quienes han sobrevivido esas tragedias, para los que han perdido seres queridos en ellas y para las fuerzas policiales que tratan de evitarlas, la respuesta es muy simple: “Porque lo permitimos”, declaró Sandy Phillips, cuya hija estaba entre las 12 personas asesinadas en una sala de cine en Colorado en julio de 2012.
Las causas de ese tipo de masacres varían de caso a caso, pero para quienes han sobrevivido ese tipo de atrocidades, las similitudes son obvias.
El presidente Barack Obama calificó el más reciente episodio como “un recordatorio de lo fácil que es para alguien conseguir un arma que les permita matar a gente en una escuela, en un templo, en una sala de cine, o en un club nocturno.
Y nosotros tenemos que decidir si ese es el tipo de país que queremos ser”. Aunque no está clara la motivación del agresor de Orlando, o si realmente era adscrito al radicalismo islámico, el hecho trae recuerdos del ataque ocurrido el año pasado contra un centro de servicios sociales en San Bernardino, California.
Para Ryan Reyes, que perdió a su novio en ese episodio, las matanzas no tienen tanto que ver con las leyes que permiten comprar armas sino con la retórica política y con la manera en que los ciudadanos se tratan unos a otros.
“El problema está dentro de la sociedad misma”, dijo Reyes. “Nosotros mismos somos los culpables y el hecho de que nos negamos a aceptar que nosotros mismos somos los culpables solo empeora las cosas. Es lo que nos hacemos los unos a los otros que hace que gente como esa llega a un punto que siente que esa es su única opción”.
Aun así, lo cierto es que el fácil acceso a las armas es un factor. Las leyes que permiten a casi cualquiera sin prontuario policial adquirir armas, hacen mucho más fácil conseguir fusiles y municiones, indicó Phillips.
Entre esas armas accesibles están los fusiles AR-15, usados por el asesino de Orlando y por asesinos anteriores, como los de Newtown, Aurora, o San Bernardino. Más frustrante aun, indicó Phillips, es que no importa cuán espeluznante sea la matanza, las cosas siguen sin cambiar.
La mejor oportunidad pudo haber sido tras la masacre de la escuela de Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, en que 20 niños pequeños y seis adultos fueron asesinados, apenas meses después del ataque en la sala de cine en 2012.
Obama dedicó parte del inicio de su segundo periodo presionando para que el Congreso apruebe leyes más estrictas, para que prohíba la venta de ciertos fusiles de asalto y limite el tamaño de las municiones.
Todas esas medidas fracasaron en el Senado y desde entonces, la composición política del Congreso ha convertido ese objetivo casi que en misión imposible. Obama y otros partidarios de hacer más estrictas las leyes prácticamente se han dado por vencidos y cada vez que ocurre una masacre, en vez de repetir que urge tomar acción, se limitan a lamentar lo sucedido.