La toma de posesión de Michel Martelly como Presidente de Haití, que tendrá lugar mañana en Puerto Príncipe, abre un esperanzador abanico de oportunidades para que el vecino país comience a dejar atrás el largo camino de tropiezos y vicisitudes que ha marcado su historia.

Para los dominicanos, la suerte que corra Haití reviste extraordinaria importancia, por la consabida circunstancia de que somos una sola isla con un destino común en muchos aspectos.

Mientras mejor le vaya a Haití en la nueva etapa que se inicia mañana con el juramento presidencial de Martelly, mejor nos irá a todos.

Los augurios son buenos, a juzgar por las actitudes preliminares que han asumido el propio Martelly y el presidente dominicano Leonel Fernández en los varios encuentros que han protagonizado.

Es de esperarse que esa misma cordialidad y comprensión recíproca rija en lo adelante las relaciones domínico-haitianas, no solamente a la hora de buscar solución a los problemas que todavía perduran en  materia migratoria, sino en todos los órdenes, incluyendo los laborales, sanitarios y comerciales.

La oportunidad, pues, debe ser aprovechada, y este deseo es válido a ambos lados de la frontera.