Estamos viendo continuamente el descalabro moral de nuestra sociedad, traducido esto en un incremento de un actuar deplorable en nuestros jóvenes y adolescentes, trayendo como consecuencia dolor, desolación, vergüenza para ellos mismos, la colectividad y nuestra nación.
Es bien sabido que cuando dejamos que las cosas se nos salgan de las manos, tomar el control se nos hace muy cuesta arriba, pudiendo ser los problemas más llevaderos, si nos enfocamos más en la prevención, que en la corrección, pues los hechos, como las palabras no se recogen de nuevo para realizarlo o expresarlo de otra manera en el mismo intervalo de tiempo, por lo tanto, por más que queramos corregir, las consecuencias están ahí, para desdicha de muchos.
Hemos estado escuchando lo que está aconteciendo en nuestras escuelas con los jóvenes; como el consumo de droga y sus funestas consecuencias se está propagando, conllevando esto cambios drásticos en el comportamiento de ellos, poco rendimiento del intelecto de parte de los mismos, dificultades para controlar el entorno estudiantil de parte de las autoridades docentes y todo un sinnúmero de consecuencias nefastas para la familia y nuestra sociedad en general.
Observando esta panorámica se hace necesaria y urgente que nos vayamos al núcleo familiar, el eje fundamental de la sociedad. Es imprescindible que transmitamos a nuestros hijos los valores morales y éticos que rigen nuestras vidas, enseñarles de la existencia de Dios y sus preceptos.
Tenemos a la mano la Biblia, el libro sagrado que debe tener presencia activa y no pasiva en todos los hogares, pues es Palabra de Dios. Este rol no podemos, como padres, dejarlo en manos de otra persona o entidad, es nuestra responsabilidad ante Dios y ante nuestros propios hijos y esto transmitirlo de generación en generación.
Su Palabra nos dice como sembrar y cosechar, sus preceptos transcienden los tiempos y las generaciones y es que el Dios perfecto conoce el corazón del hombre y sabe que necesita, pues lo creó.
Enseñémosle a nuestros hijos a través de la Biblia a amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Estos son ejes primordiales para poder ejercer los demás mandamientos que garantizan una vida plena y fructífera.
No nos cansemos de dar ejemplo y enseñémosle a nuestros a tener una relación con Dios, A no tomar el nombre de Dios en vano, a no mentir, a ser íntegros, a no robar, a honrar a su padre y a su madre, a no desear los bienes ajenos. No te canses de decirle que los amas, que son importantes para ti y es que eso no pasa de moda, siempre es necesario.
Convócalos a una reunión familiar una vez a la semana y convierte la misma en un tiempo dinámico, participativo y motivador. Háblale de la vida espiritual, conversa con ellos acerca del carácter eterno de nuestras vidas, a fin de que no se cieguen y llenen su espíritu de vanidad, queriendo tenerlo todo, sin importar que tenga que hacer para obtenerlo.
Conoce a sus amigos, insértate a los nuevos tiempos pero con inteligencia, para saber que se está moviendo y enseñarles a tomar lo bueno y desechar lo malo. Se amigo de tus hijos y pide sabiduría a Dios, y es que ellos son tu mas grande empresa, pues Dios te los dio para bien administrarlo y tal como se refirió Jesús con los talentos, tendrás que responderle a El por cada uno de ellos.
Si lo has logrado todo y has fallado con la familia, lamentablemente no has sido para nada exitoso, pidamos sabiduría a Dios, pues El la tiene en demasía y con ello contribuiremos a cambiar nuestro escenario como familia y como nación!!