Tres y media generaciones después, si establecemos la mayoría de edad como límite entre una y otra, la mentalidad del dominicano ha cambiado al calor de las transformaciones materiales, sociales, intelectuales y morales desde los meses finales de los años 50 hasta los inicios del segundo quinto del presente siglo.
Y es posible que para los jóvenes de hoy, no importa cuál sea su valoración de la vida ni las oportunidades o carencias que los acompañen, algunos derechos siempre han existido.
Pero no es así. Cuando en la tarde del 14 de junio de 1959 se producía el desembarco de 54 expedicionarios que aterrizaron en un avión Curtis C-46 en Constanza, se abrían dos caminos que al final concurrirían en uno: el de la inmolación de dominicanos y extranjeros que se proponían derrocar a Trujillo, y el de la destrucción del mito de invencible levantado alrededor del tirano.
Ambas rutas irían a dar a un mismo punto en poco tiempo, que no sería otro que el del final de un régimen con más de 30 años como peso y medida de la vida dominicana.
Los dominicanos que formaban parte de la expedición, la cual tuvo un segundo episodio el 20 de junio por Maimón y Estero Hondo, eran exiliados políticos, algo desconocido en la sociedad dominicana de hoy. Y los extranjeros que también desembarcaron contra la tiranía era gente solidaria.
La escuela, los medios de comunicación, los intelectuales y los credos harían bien en llevar a la conciencia de las generaciones alejadas de estos hechos, su significado para el alma nacional y para las libertades que hoy hacen posibles derechos políticos a los que se acogen hasta descendientes del tirano.
Hay que conocer el tamaño de la bestia, estudiar a fondo aquel oscuro período, para valorar en su medida el 14 de junio de 1959, el arrojo de los cerca de 200 expedicionarios de la denominada Raza Inmortal.