
Durante la batalla de Lepanto, cuando las huestes de la cristiandad, comandadas por don Juan de Austria, el hijo natural de Carlos V, derrotaron a la armada turca, acabando para siempre con sus pretensiones de invadir el oeste de Europa, las tropas cristianas se encomendaron a la Virgen del Rosario, advocación promovida desde el siglo Xlll por los dominicos.
La victoria en Lepanto dio origen a que la Virgen del Rosario se convirtiera en la patrona de la marinería europea, no solo por la gran victoria obtenida, sino porque esta misma Virgen, mediante una milagrosa aparición, reveló al papa Pío V la gran victoria, enseñándole, mediante una visión, las incidencias de la batalla y de cómo las tropas cristianas, en desventaja numérica, habían podido vencer a la flota del general turco Ali Baja, tenido por invencible.
