Me declaro absolutamente convencido de que estos cuatro años que restan a la administración del presidente Abinader serán los más duros, desafiantes y complejos que corresponderá vivir al presente ejercicio gubernamental en general y al Ejecutivo en particular, a la República Dominicana como nación y al pueblo dominicano en todo lo concerniente a su presente, su futuro y su destino.
Transcurrida la mitad de un ejercicio que deberá prolongarse hasta alcanzar los ocho años, bien puede calificarse la actual administración como esencialmente positiva.
Aspectos de la misma que pueden calificarse como críticos o de compleja evaluación son consecuencia de factores heredados de administraciones anteriores, de fallas humanas e institucionales y de los complejos tiempos que nos ha correspondido vivir.
Una evaluación rigurosa, no obstante, arrojará más luces que sombras. Estas últimas son la lógica consecuencia de ejercicios anteriores maleados y plagados de inconductas, así como debidos al hecho de que vivimos tiempos difíciles, complejos y controversiales, desbordados de realidades y factores que resulta menos que imposible de controlar en todas sus dimensiones.
Creo de manera firme que el ejercicio del presidente Abinader será positivamente juzgado en el futuro mediato e inmediato e históricamente. El proceder del Ejecutivo pasará a la historia como un esfuerzo singular y bien intencionado por validar la potestad de las instituciones por encima de los intereses particulares, personales y de grupos de poder.
Esta realidad se produce en un contexto complicado, confuso y dificultoso como consecuencia del estado general de la sociedad y del pueblo dominicano, así como del predominio, previos a esta administración, de ámbitos de poder de difícil y complejo control debido a causas que alguna vez se analizarán en extensos y documentados ensayos concernientes a nuestra historia mediata e inmediata, así como de los poderes e influencias determinantes en nuestra realidad.
Es de esperarse que estos cuatro años que ya iniciamos sean definitivamente ejemplares. Que sirvan de aleccionamiento para las presentes y futuras generaciones acerca del arte y ejercicio de gobernar positivamente, ceñidos a las leyes, a la institucionalidad, al margen de intereses personales o particulares y sí en representación de los más caros intereses de la Patria y el pueblo dominicanos.
Por supuesto, en el contexto del tiempo restante del ejercicio del presidente Abinader puede que se manifiesten oscuras manifestaciones y tendencias sumamente agresivas y hasta determinantes en ciertos momentos debido a que las mismas son parte de nuestra realidad insoslayable e indeclinable.
Estamos plenamente seguros que los aspectos positivos serán los determinantes de manera abrumadora, porque es ese sentido que anhela imponerle la absoluta mayoría de los dominicanos y el Ejecutivo preocupados por un presente y un futuro más promisorio para todos.
No podemos soslayar que estos tiempos restantes serán muy difíciles, atribulados y complejos. Entre nosotros existen realidades insoslayables, así como elevados niveles de influencia y de poder que, sencillamente, se preparan para imponer, de cualquier forma, su percepción y voluntad sobre los anhelos y deseos de nuestras mayorías en todos los órdenes.
La confianza del pueblo, a la luz de las experiencias vividas en estas últimas décadas, se inclinará hacia lo que enaltezca y resulte mejor para el pueblo dominicano, su presente y su futuro y hacia la resolución de sus más graves problemas hacia el ideal de edificar un país que se corresponda con las superiores aspiraciones de lo mejor de la sociedad dominicana y los ideales y sueños y anhelos de nuestros patricios.