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Nuestra esperanza de hoy

Nuestra esperanza de hoy
Roberto Marcallé Abreu

Me declaro absolutamente convencido de que estos cuatro años que restan a la administración del presidente Abinader serán los más duros, desafiantes y complejos que corresponderá vivir al presente ejercicio gubernamental en general y al Ejecutivo en particular, a la República Dominicana como nación y al pueblo dominicano en todo lo concerniente a su presente, su futuro y su destino.

Transcurrida la mitad de un ejercicio que deberá prolongarse hasta alcanzar los ocho años, bien puede calificarse la actual administración como esencialmente positiva.

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Aspectos de la misma que pueden calificarse como críticos o de compleja evaluación son consecuencia de factores heredados de administraciones anteriores, de fallas humanas e institucionales y de los complejos tiempos que nos ha correspondido vivir.

Una evaluación rigurosa, no obstante, arrojará más luces que sombras. Estas últimas son la lógica consecuencia de ejercicios anteriores maleados y plagados de inconductas, así como debidos al hecho de que vivimos tiempos difíciles, complejos y controversiales, desbordados de realidades y factores que resulta menos que imposible de controlar en todas sus dimensiones.

Creo de manera firme que el ejercicio del presidente Abinader será positivamente juzgado en el futuro mediato e inmediato e históricamente. El proceder del Ejecutivo pasará a la historia como un esfuerzo singular y bien intencionado por validar la potestad de las instituciones por encima de los intereses particulares, personales y de grupos de poder.

Esta realidad se produce en un contexto complicado, confuso y dificultoso como consecuencia del estado general de la sociedad y del pueblo dominicano, así como del predominio, previos a esta administración, de ámbitos de poder de difícil y complejo control debido a causas que alguna vez se analizarán en extensos y documentados ensayos concernientes a nuestra historia mediata e inmediata, así como de los poderes e influencias determinantes en nuestra realidad.

Es de esperarse que estos cuatro años que ya iniciamos sean definitivamente ejemplares. Que sirvan de aleccionamiento para las presentes y futuras generaciones acerca del arte y ejercicio de gobernar positivamente, ceñidos a las leyes, a la institucionalidad, al margen de intereses personales o particulares y sí en representación de los más caros intereses de la Patria y el pueblo dominicanos.

Por supuesto, en el contexto del tiempo restante del ejercicio del presidente Abinader puede que se manifiesten oscuras manifestaciones y tendencias sumamente agresivas y hasta determinantes en ciertos momentos debido a que las mismas son parte de nuestra realidad insoslayable e indeclinable.

Estamos plenamente seguros que los aspectos positivos serán los determinantes de manera abrumadora, porque es ese sentido que anhela imponerle la absoluta mayoría de los dominicanos y el Ejecutivo preocupados por un presente y un futuro más promisorio para todos.

No podemos soslayar que estos tiempos restantes serán muy difíciles, atribulados y complejos. Entre nosotros existen realidades insoslayables, así como elevados niveles de influencia y de poder que, sencillamente, se preparan para imponer, de cualquier forma, su percepción y voluntad sobre los anhelos y deseos de nuestras mayorías en todos los órdenes.

La confianza del pueblo, a la luz de las experiencias vividas en estas últimas décadas, se inclinará hacia lo que enaltezca y resulte mejor para el pueblo dominicano, su presente y su futuro y hacia la resolución de sus más graves problemas hacia el ideal de edificar un país que se corresponda con las superiores aspiraciones de lo mejor de la sociedad dominicana y los ideales y sueños y anhelos de nuestros patricios.

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