En la sociedad de la información y las redes sociales, el fenómeno de las noticias falsas y la posverdad ha cobrado relevancia como nunca antes. Y es que cuando se mide la competencia que existe entre la verdad y la información falsa en internet se advierte que esta última tiene un 70% más probabilidades de ser compartida, mientras que a la realidad le puede tomar hasta seis veces más tiempo en llegar a 1500 personas en las redes sociales.
La manipulación de la información y la distorsión de los hechos se han convertido en tácticas para influir en la opinión pública y moldear la realidad. Esta situación plantea un desafío crucial para la comunicación contemporánea, ya que compromete la búsqueda de la verdad y la construcción de una sociedad informada y participativa.
A lo que llaman noticias falsas es a la información ficticia que se presenta como verdadera, con el propósito de generar confusión, desinformación y manipulación. Estas «noticias» se propagan rápidamente a través de las redes sociales, donde se aprovechan de la falta de verificación y la tendencia de los usuarios a compartir sin cuestionar. El resultado es la creación de narrativas distorsionadas que afectan la percepción de la realidad y polarizan a la sociedad.
Sin embargo, quiero dejar constancia de que aunque el termino «noticias falsas» sea de amplio y válido uso, no estoy de acuerdo con el uso del mismo por entender que si noticia es un hecho, decir falso sería desconstruir el significado de termino y su naturaleza.
El triunfo de las emociones
Puede que tengamos que citar al polímata ruso Alexander von Humboldt para ponernos en contexto: «Al escuchar una palabra no hay dos personas que piensen exactamente lo mismo», y yo agrego: esto también es provocado por las emociones.
La posverdad se refiere a la tendencia de dar mayor importancia a las emociones y creencias personales por encima de los hechos objetivos. En esta era de desconfianza hacia los medios de comunicación tradicionales, las personas tienden a aferrarse a las narrativas que refuerzan sus propias perspectivas y opiniones, incluso si no están respaldadas por pruebas o evidencias sólidas. Esto crea un entorno en el que la verdad se diluye y las opiniones subjetivas prevalecen.
Ante este panorama preocupante, es urgente promover una comunicación transparente y responsable. Los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en el combate de las noticias falsas al verificar los hechos y ofrecer información confiable y objetiva. Además, es importante fomentar en los individuos la capacidad de discernir y cuestionar la información que reciben, fomentando el pensamiento crítico y la búsqueda de fuentes confiables.
Es esencial también que las plataformas digitales asuman su parte de responsabilidad en la lucha contra las noticias falsas. Estas empresas deben implementar políticas claras y eficientes para detectar y eliminar la desinformación de sus plataformas, así como promover la educación mediática entre sus usuarios.
Quizás sea un sueño y mucho pedir en el contexto actual, pero la sociedad en su conjunto debe participar activamente en la promoción de una comunicación transparente. Debemos ser conscientes de la importancia de la veracidad y la responsabilidad en la difusión de información, evitando la propagación de rumores o información no verificada.
Las noticias falsas y la posverdad plantean una amenaza directa a la búsqueda de la verdad y a la salud de nuestras sociedades. Combatir este fenómeno requiere el esfuerzo mancomunado de los medios de comunicación, las plataformas digitales y la sociedad en su conjunto.
Es esencial promover una comunicación transparente, fundamentada en hechos verificables, y fomentar el pensamiento crítico y la educación mediática. Solo así podremos recuperar la confianza en la información que recibimos y construir sociedades informadas y conscientes de la importancia de la verdad.
El filósofo Byung – Chul Han lo resumiría con un razonamiento de su obra «La sociedad de la transparencia», diciendo: «La hiperinformación y la hipercomunicación dan testimonio de la falta de verdad, e incluso de la falta de ser».