“Nos sentimos vulnerables”: el apagón en España, contado por una dominicana
Tarrassa, Barcelona – Nueve horas sin electricidad bastaron para transformar un día común en una jornada de incertidumbre, angustia y vulnerabilidad para miles de personas en España.
Una de ellas fue Awilda Díaz, una dominicana residente en Tarrassa, quien revivió el momento con voz entrecortada: “Fue espeluznante… quien lo vivió sabe lo fuerte que fue”.
El corte eléctrico, ocurrido recientemente en varias regiones del país, dejó sin servicio a hogares, hospitales, tiendas, y medios de transporte. Aunque aún se investigan las causas, medios locales apuntan a una posible falla técnica de gran escala en la red de distribución eléctrica.
Un día para el olvido
Awilda se encontraba en su trabajo, en un centro de apartamentos tutelados para personas mayores.
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“Estaba con el señor al que cuido cuando se fue la luz de repente. Al principio pensamos que era solo en el edificio, pero los minutos pasaban y nada volvía”, explicó.
Incluso las luces de emergencia comenzaron a fallar, y el personal intentaba sin éxito entender qué ocurría.

“Los abuelos que viven allí salieron de sus habitaciones, preocupados. Nadie sabía nada. Fue raro porque ni siquiera sonó la alarma de emergencia”, recordó.
Una ciudad en caos
El caos no tardó en trasladarse a las calles. Awilda relata que al salir se encontró con una ciudad detenida: personas atrapadas en ascensores, encerradas en comercios sin poder salir, y semáforos inactivos que provocaban escenas de alto riesgo.
“Mucha gente estaba sujetando puertas para que no se abrieran solas. Era un desorden total”.
El transporte público funcionaba parcialmente y las comunicaciones estaban colapsadas.
“Tomé un autobús y ahí todos intentaban avisar a sus jefes que no podrían llegar. Yo no lograba comunicarme ni con mi hermana ni con mi esposo”, dijo.
Su esposo Tony, que trabaja en la provincia de Girona, tampoco pudo comunicarse con ella durante todo el día.
“Nos pudimos comunicar hoy. A mí me llegaron los mensajes de Tony a las doce del mediodía del día siguiente, porque ni para adelante ni para atrás… Nada. Fue un momento muy fuerte, lo que vivimos ayer fue realmente difícil”.
En medio del colapso, Awilda solo pensaba en su hija, Lucía, a quien fue a buscar tan pronto pudo.
De regreso en casa, tocó esperar. “Solo tenía cinco euros en la cartera. Por suerte habíamos hecho la compra el domingo, pero vi a gente que no tenía nada. Una señora solo pudo comer una Coca-Cola con un guineo maduro porque era lo único que podía pagar en efectivo”.

Los supermercados, sin luz ni refrigeración, enfrentaron pérdidas considerables.
“Hoy fui y algunos seguían cerrados. En los abiertos, muchas cosas se habían dañado, sobre todo vegetales”.
Aunque la electricidad ya ha vuelto en la mayoría de las zonas afectadas, la experiencia ha dejado huella.
“Fue un momento en que te das cuenta de lo frágiles que somos. Sin comunicación, sin luz, sin saber qué hacer. Te sientes muy vulnerable”, concluyó.
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