Hace algunos días comenté en esta columna el caso de los alcoholímetros, cuyo paradero, después de una importante suma de dinero invertida en ellos, era aparentemente desconocido por la ciudadanía.
Aunque no mencioné nombres en mi comentario de marras, es de público conocimiento que el responsable de tal operación fue el doctor Franklyn Almeyda Rancier, quien fungía como secretario de Estado de Interior y Policía cuando se realizó la mencionada compra.
Pues bien, ahora debo consignar para conocimiento general que acabo de recibir por el correo electrónico un mensaje del doctor Almeyda ofreciendo las explicaciones correspondientes, las cuales acepto como buenas y válidas, sobre todo por la prontitud de la respuesta y por dar la cara ante una denuncia pública.
Dice así la carta de Almeyda:
Buenas noches profesor:
Estoy fuera del país en este momento, pero a mi regreso gestionaré que Amet informe a Ud. sobre los alcoholímetros, los cuales entiendo usan una parte de ellos aún. Fueron entregados a Amet y su único limitante eran los repuestos que eran unos pitillos reemplazables.
Vi hace unas semanas, en un programa de Nuria, que Amet aún tenía en uso una parte. Lamento que la falta de información haya dado lugar a su comentario escrito de este día.
Si a Ud. le parece adecuado solicite a Amet, -creo está el Gral. Juan Brown-, sobre el destino final en el uso de los alcoholímetros.
Esta nota obedece al hecho de que siendo Secretario de Interior me ocupé de su uso y suministro constante de sus repuestos.
Saludo a Ud. con el respeto acostumbrado
Franklin Almeyda Rancier.
Nobleza obliga.