No resulta provechoso para el desarrollo de una actividad cualquiera, que sus más connotados exponentes se retiren por mucho tiempo, dado que ellos son quienes mantienen el foco de atención y, por lo tanto, los generadores de seguimiento.
El boxeo es quizás el deporte que más ha sufrido por esa causa, siendo el caso más notable el retiro obligado por varios años del campeón Cassius Clay, luego Mohamad Alí, quien fue a prisión y despojado el título mundial de los pesados por su negativa de ir a combatir en la guerra de Vietnam.
Ese año, una resolución del ejército estadounidense lo calificó como apto para el servicio militar, aunque en 1964 había sido incapacitado por haber fallado un examen de cociente intelectual .152.
Toda esa situación la generó intencionalmente, pero al declararlo luego apto para ser reclutado se negó, alegando objeción de conciencia y su adhesión a los principios de la Nación del Islam.
Fue ahí donde se convirtió en una de las máximas figuras en favor de los derechos humanos y un opositor acérrimo de la guerra.
Tras su salida obligatoria del boxeo, esa disciplia sufrió un duro golpe en el seguimiento de las masas, a pesar de que surgieron otros muy buenos exponentes.
Ese ha sido el mejor ejemplo de cómo un líder de la afición que pasa a la inactividad o tiene poca exposición, hace que una disciplina baje en el gusto popular.
La diferencia entre Alí y Saúl Canelo Álvarez es abismal, pero el “vacío” que está dejando el mexicano por su escasa actividad podría generar una baja en un buen segmento de los que lo ven hoy como “la cara del boxeo”.