Una gran cantidad de mujeres adultas, madres esforzadas por la crianza de sus hijos, muchas de las cuales, más tarde, al convertirse en abuelas, también ayudan con la crianza de los nietos, no se sienten bien amadas con el cariño que reciben de sus hijos.
Escucho la misma queja, tanto de hombres como de mujeres, aunque escucho más frecuentemente en las mujeres, por ser quienes más suelen venir a consulta. Dicen: “Mi hijo no me dice que me ama”. Yo les pregunto: “¿Usted le dice que le ama?”. Inmediatamente, empiezan las divagaciones que nos llevan a la puerta trasera de esa conversación.
El torrente de emociones que desatan las oraciones “te amo” o “te quiero” inunda el cerebro, activa el sistema de recompensas y genera sensación de placer y gratificación. Es decir, a todos nos sienta bien escuchar palabras de amor provenientes de nuestros seres queridos.
En muchas familias, en especial en generaciones anteriores, donde hubo pérdidas significativas, quizás de una madre, se rompió el enlace del amor.
Quienes quedaron tuvieron que aprender a sobrevivir de otro modo. Al tener sus propias familias, no supieron pronunciar esas palabras; hoy, aunque quisieran pronunciarlas a sus seres queridos, no saben cómo hacerlo. Siguen anhelando escucharlas dirigidas a ellos.
Confucio dijo: “Para sanar, hay que empezar poniendo orden a algún conflicto interior”. Si eres de esas personas que esperan palabras de amor, empieza por abrir tu alma. Ejercita tu mente, tus cuerdas vocales, practica frente al espejo. Empieza por decírtelo a ti mismo. Cuando estés listo, también se lo dirás a ellos.
Cuando ellos aprendan y estén listos, llenarán tus oídos de alegría. Tú tienes el poder en ti, empieza a usarlo en ti.