En el discurso de la mayoría de las organizaciones y personalidades del progresismo alternativo que se proponen participar en las elecciones del 2016, hay dos puntos de consenso supremamente importantes, cuales son: el primero es que “nadie le gana solo al PLD”, y el segundo es que el cambio de gobierno en ese año debe avanzar a un cambio importante en las políticas que mantienen al país, pueblo y nación, en una trampa económica y en un cerco político.
En resumen: hay un discurso de consenso según el cual es necesaria la unidad para derrotar al PLD y que ese hecho político conduzca a un cambio en las condiciones actuales. Dicho en otros términos: “no tiene sentido salir del que está para que el que venga mantenga el país en el mismo esquema”.
Estas palabras se han dicho miles de veces, por centenares de medios e igual cantidad de tonalidades; dichas por los candidatos alternativos; y ahora lo que toca es que con los hechos se le haga honor a las palabras.
Está muy bien, y es legítimo, que cada sector se proponga crecer como individualidad, ser el más grande. Es mejor incluso para la unidad que cada quien crezca, porque esa UNIDAD sería entonces una suma de fuerzas y razones.
Está muy mal especular con la unidad y la idea del cambio si no se cree en la misma, y no se dan pasos prácticos en ese sentido.
El Frente Amplio ha formulado la propuesta de que los alternativos se encuentren y dialoguen para pactar un acuerdo entre ellos que, por una parte, califique el programa de la unidad opositora, y por la otra, se proponga luchar para que la candidatura alternativa más calificada sea también la de la Convergencia.
Nadie tiene que renunciar a sus particulares aspiraciones. Solo tiene que plantearla en una perspectiva de unidad amplia, en la cual, en el peor de los casos, ganará mucho más que como individualidad; al tiempo que ganan el pueblo, la nación y el país.
Si “nadie le gana solo al PLD”, es razonable hacer la diligencia en favor de la unidad amplia para ese propósito; en la Convergencia; o en acuerdo con la Convergencia. Porque se puede pactar con la Convergencia sin ser parte de ella. Pero siempre apuntando en el sentido de unir contra el blanco principal, que es el partido de gobierno.
Si de verdad se quiere potenciar el cambio ahora, no es inteligente convertir a la Convergencia en el blanco de ataques; podrá ser otra cosa, pero no inteligencia.
La responsabilidad histórica del momento político está de nuevo convocada. Como en 1962; 1978; 1990; 1994-96; o como con otros formatos, en 1965, 1973 y 1984. Varias veces hemos sido convidados y ha sucedido que no hemos llegado; o llegamos tarde.
No asumir la responsabilidad una vez, se puede entender. No asumirla una y otra vez, se puede entender con reservas. No asumirla nunca, entonces es otra cosa, proverbial quizás.
Horacio Vásquez fue un irresponsable cuando no correspondió a la cita de la responsabilidad, y esa irresponsabilidad le abrió paso a Trujillo para llegar al poder a partir del 23 de febrero de 1930; a pesar de que toda la gente de sentido común en aquel tiempo había lanzado el alerta del “No puede ser” contra ese personaje.
*El autor es economista y secretario general del Partido Comunista del Trabajo (PCT).