Respeto y admiro mucho el trabajo profesional que realiza la periodista y productora de televisión Alicia Ortega, especialmente a través de su programa El Informe, que tanto ha contribuido a corregir entuertos y salvaguardar los más caros principios éticos de nuestra sociedad.
Alicia Ortega puede ser considerada como un modelo de lo que debe ser el buen uso, responsable, valiente y veraz, de la libertad de expresión, ese don tan valioso que todos debemos preservar a toda costa.
Me creo en el deber, precisamente por el elevado concepto que tengo de su ejercicio periodístico, de emitir un preventivo grito de alarma cuando la veo a punto de resbalar al borde del precipicio, aun cuando sea inspirada en su natural buen espíritu de servicio.
En ese orden de ideas, mi ánimo se perturba ante el anuncio de que, en la entrega televisiva de esta semana de El Informe, Alicia difundirá esta noche una entrevista que les hizo a los hijos de la prófuga Sobeida Félix Morel, de tan solo tres y ocho años de edad. Se trataría, sin duda, de un estupendo palo periodístico que se acreditaría a la acuciosa comunicadora, pero pienso que el daño moral que se les haría para toda la vida a esos inocentes niños superaría cruelmente cualquier logro profesional y opacaría, al mismo tiempo, todo razonamiento de carácter legal que pudiera esgrimirse para justificar su exposición al público.
Todavía estamos a tiempo de evitarlo. Se lo pido de corazón a la distinguida colega y querida amiga: no lo hagas, Alicia.