Mark Cropp es un joven neozelandés cuyo único objetivo es “conseguir un trabajo y ayudar a su familia”.
Pero un detalle en su rostro lo detiene y hace que este propósito no resulte nada fácil: un tatuaje gigante que cubre más de la mitad de su cara.
Se hizo el tatuaje hace unos meses en una celda de la prisión de Christchurch, en Nueva Zelanda. “Estaba borracho y me lo dejé hacer y ahora es imposible quitarlo”, expresó.