Ninguna como la inteligencia emocional

Ninguna como la inteligencia emocional

Ninguna como la inteligencia emocional

Patricia Arache.

@patriciarache

De todos los tipos de inteligencias que existen, naturales o humanas y artificiales o tecnológicas, hay una que resulta imprescindible en cualquier circunstancia o modalidad, porque sin ella, difícilmente, se alcancen los objetivos propuestos, al estructurar un proyecto, una empresa, una administración, una dirección, o lo que fuere, incluso, si se tratara de una meta personal.

El mundo vive en la etapa de la tecnologización, en la que la Inteligencia Artificial (IA) tiene vigencia en casi todo lo que llevamos a cabo, con la variante de que sus efectos y resultados suelen ser muy pocos cuestionados.

Sin dudas, el mundo es otro, empero, mantiene parámetros ancestrales sobre los cuales han debido ser construidos nuevos estilos de vida, porque, de lo contrario, el resultado sería muy nocivo y concederían la razón a quienes, en forma errática, entienden que las nuevas generaciones carecen de fundamentos.

Quizás, venga al caso citar estudios que revelan que la mayoría de los jóvenes ubicados en la denominada Generación Z, o post millennial o centuria, como también se les llama a los nacidos entre el año 1997 y 2012, son sumamente fieles a sí mismos.

De acuerdo a esos estudios, estos jóvenes son fieles a sus concepciones, a sus opiniones, a sus convicciones; y por lo menos el 50% de ellos, asume la protección del medio ambiente, la defensa de los derechos de ciudadanía, la libertad y el bienestar social y el desarrollo humano, como formas de vida necesarias para la convivencia en el planeta.

Desciendo de la Generación silenciosa (1928-1945); pertenezco, a la Boomers (1946-1964), me formé con las Generaciones X (1965-1980) y Millennials (1981-1996), a la que también pertenece mi primera descendiente; y he compartido intensamente con la generación Z (1997-2012); en la que nació mi segundo hijo; al igual que con la Alfa, llegados al mundo a partir del 2012, entre la que están mis dos preciosas nietas, una del 2017 y otra del 2020.

Como dicen los expertos, la gente no puede ser analizada en colectivo. Cada ser es único, irrepetible e incomparable. Una partícula exclusiva en el universo, aunque haya compartido el mismo útero que lo anidó por varios meses.

De ahí se desprende, que cada quien es dueño de su visión y la verdad de que, como citaban una y otra vez mi abuela y mi madre, “cada cabeza es un mundo y cada guardia campestre en su batey”.

Por eso, es importante para la fortaleza personal e individual, cultivar la inteligencia emocional, independientemente, de las inquietudes o propósitos que tenga alguien o hacia dónde quiera dirigirse.

Uno de los principales propulsores sobre el estudio de la inteligencia emocional (IE), el psicólogo y periodista norteamericano, Daniel Goleman, define esta habilidad como “la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos; de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”.

Esta definición, en sentido general, aplica para todos los ámbitos: personal, laboral, político, social, económico, religioso, deportivo, cultural, familiar, amoroso, artístico, cultural, académico, etc. No hay un espacio o una manifestación de la vida, en el que no sea necesario estar dotados de una sólida inteligencia emocional, para alcanzar objetivos, con buenos resultados.

Por más que trascienda la IA o inteligencia artificial en el mundo, a pasos agigantados como lo hace, no hay posibilidad de que las capacidades citadas previamente puedan ser ignoradas. ¡Al contrario! Ahora, más que nunca, se requiere de una sólida IE.

Por eso, justo es agradecer a los lectores de este diario que con paciencia han recibido y compartido mis escritos durante el año 2023, así como a los editores y a cada uno de los que hace posible esta entrega semanal.

Deseo a dominicanos y dominicanas, esencialmente, a quienes tienen compromisos públicos, entre ellos, políticos, funcionarios, artistas, deportistas, profesionales, académicos y religiosos que puedan poner en práctica la inteligencia emocional, al momento de adoptar y compartir decisiones, que, al fin y al cabo, nos involucra a todos.

Asumamos con responsabilidad, compromiso y con inteligencia emocional, los retos y desafíos que nos depara el porvenir, que son muchos. ¡Feliz año 2024!



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