Es común oír los términos “mujer maravilla, súper mamá o mujer poderosa” que se nos achacan, de vez en cuando, a las mujeres que ejercemos varios roles y no morimos en el intento.
En la sociedad moderna, ser mujer, madre y profesional es el pan nuestro de cada día, pues los patrones han cambiado y ha sido para bien, logrando demostrar que somos más que amas de casa y, en la mayoría de las ocasiones, disfrutamos ser más que madres y esposas.
Contrario a lo que la mayoría podría pensar, el mérito no está en hacer muchas cosas al mismo tiempo -tal vez eso lo podría hacer cualquiera-, la verdadera hazaña es saber discernir y elegir hacer lo que realmente podemos llevar a feliz termino.
Además, que todas esas cosas que queremos hacer, lograr y disfrutar estén sustentadas en el amor, que, al fin y al cabo, es el motor más potente que ser humano alguno pudiera tener.
Nunca me he creído una mujer maravilla ni súper poderosa, simplemente soy una mujer que está más que consciente de su rol y responsabilidades, ni más ni menos.
Si muchos pudiéramos entender esto y actuar en consecuencia, nuestro país fuera otro… uno con hombres y mujeres más comprometidos, laboriosos, respetuosos, amorosos y agradecidos, que ejercerían la amabilidad de manera indiscriminada.
Como hoy en día todos somos malabaristas, sería bueno practicar nuestro poder de decisión y no creernos que lo sabemos y podemos todo… ese tipo de error tiene un costo muy elevado para nuestra salud, bienestar emocional y paz espiritual.