Soledad, una palabra que recoge muchos significados y demasiadas emociones. De primero, asusta o trae una connotación negativa.
Al fin y al cabo, somos seres sociales y necesitamos relacionarnos con otros para tener una vida plena, feliz y sana.
Cuando es una soledad no deseada puede llegar a transformar a las personas y ahondar sentimientos y pensamientos también no deseados.
Si no tienes una gran fortaleza interna, estás en paz contigo mismo, esta soledad se convierte en una pesada carga, sobre todo para las personas mayores.
Y luego está la soledad necesaria, esa en la que eres capaz de estar contigo y no necesitar absolutamente nada más, incluso en ocasiones llega como momentos de tranquilidad, de desconexión, de poder retomar fuerzas y dedicarte el tiempo que necesitas para cargar pilas.
Esa es la soledad que todos en algún momento requerimos, poder pasar un tiempo sin estímulos externos que nos llevan a un estrés incontrolable, personas que no permiten que puedas ser tú mismo o avanzar en cierta forma.
Y esta soledad no es aislarse o soltar responsabilidades, es simplemente ser capaces de desconectar de todo aquello que en cierta forma lastra, ser capaces de hacer como un alto en el camino que te permita un reseteo más que necesario y, para lograrlo, es importante estar solo, aunque parezca una contradicción.
Es entonces cuando tu mente no tiene más remedio que enfrentar las cosas, buenas y malas, que vas acarreando y al hacerlo es el momento de buscar la solución y el camino de salida.
No hay que tener miedo a esta soledad, todo lo contrario, es una oportunidad para conocerte mejor y ser capaz de madurar y, sobre todo, de soltar aquello que no te permite avanzar.
Luego, puedes regresar al mundo con mucha fuerza y enfrentar todo lo que llegue.