El país, para esta temporada, ya cuenta en su territorio con la inmensa mayoría de dominicanos que viajan desde distintos puntos del mundo para pasar con sus familiares y allegados las fiestas navideñas y de año nuevo.
Eso no significa que debemos desbordar nuestras emociones y afectos.
No significa que debemos caer en excesos lamentables. Eso debe llevarnos a magnificar la prudencia y los controles necesarios, que nos mantengan en el límite, que nos ayuden a conservar la lucidez y el amor al prójimo, cuidándonos y cuidando a nuestros semejantes.
Todo el territorio se convierte en el escenario ideal para la fiesta nacional que constituye la Navidad. Hay que celebrar, pero sería recomendable hacerlo con moderación, pensando en el mañana y, sobre todo, que sea un mañana sin dolor, sin lágrimas.
La Navidad debe servirnos para ser felices, sin cegar la razón, no para perder la cordura o dar rienda suelta a los excesos.
Vamos a vivir la Navidad con intensidad, pero vamos a ser prudentes. Vamos a ser mesurados. Vamos a fomentar en este periodo una conducta que redunde en un mayor respeto por nuestra vida y la vida de los demás. Entre todos podremos hacerlo. Feliz Navidad.
