
Pocas sociedades tienen tan adormecida la glándula del asombro como nosotros los dominicanos. Hay recientes gravísimos sucesos y denuncias que ameritan similar reacción de indignación como las de hace seis años, que abrieron las puertas del Palacio Nacional al PRM.
Pero lo que llamo “naesnaísmo”, el letárgico estado de adormecimiento cívico, me hace preguntarme si bastará mejorar la educación hogareña e instrucción escolar para producir mejores ciudadanos. El civismo, comportamiento propio de quien respeta los derechos de los demás y cumple sus deberes como ciudadano, es el fundamento de la asignatura antes llamada “Moral y Cívica”.
Procuraba instruir a los niños desde el nivel básico y medio para aprender cómo estar bien informados acerca de los valores y principios que unifican a la sociedad, en base a los cuales existen normas y leyes que establecen derechos y deberes.
Basada más en el ejemplo que la prédica, la piedra angular de la educación es la moral, la noción sobre el bien y el mal para determinar las decisiones, tanto del ámbito personal más íntimo como al relacionarse con los demás, primero en casa y la escuela y luego como ciudadano.
Lo que jóvenes ven a diario en la prensa y medios noticiosos les convence de que nada es nada, todo se vale para hacerse rico (o peor, mucho más rico) y las consecuencias dependen más de la política partidista que de los hechos, las evidencias y las culpas. El naesnaísmo vence aplastantemente cualquier noción de moral y cívica…